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Jose Federico Villamil Calva

1984. 37 años después

Han pasado 37 años desde el año 1984 y 73 desde que en 1948 George Orwell escribió su novela en la que describía un angustioso mundo futuro en el que los regímenes totalitarios se habían adueñado del mundo.

Orwen, desencantado con el comunismo Stalinista, tras sus vivencias en la Guerra Civil Española, donde vió como rápidamente los ideales republicanos fueron absorbidos por la ideología socialista soviética, y como las libertades individuales eran implacablemente anuladas por la dictadura del pueblo, al final se dio cuenta que la Guerra Civil no era más que la lucha entre dos regímenes totalitarios tan parecidos como opuestos, el fascismo y el comunismo. El nacionalsocialismo y la consolidación del imperio soviético en Europa del Este, no hizo sino confirmar sus sospechas y defraudar sus esperanzas en el socialismo como modelo igualitario y justo.

Estas experiencias se plasmaron primeramente en «Rebelión en la granja», una alegoría contra el comunismo Stalinista, descrita de forma más o menos simpática. Posteriormente en 1984, ahondaría en las reflexiones de sus más oscuras expectativas sobre el futuro, imaginando un mundo sometido por regímenes donde la ciudadanía (o la parte útil de la misma) era controlada hasta extremos absolutamente opresivos y asfixiantes.

Todo aquel que sea digno de leer estas líneas, conoce y habrá leído esta novela por lo que sabrá de qué hablo, pero no me resisto a hacer algunas reflexiones.

En primer lugar, muchos pensaran que Orwell se equivocó en sus previsiones sobre el futuro, casi 40 años después de la fecha de ambientación de su relato, no hay grandes imperios totalitarios, ni las sociedades están sometidas a una ausencia total de libertad individual…., o eso nos creemos.

Orwell en 1948, no podía sospechar como sería la evolución tecnológica y de las ciencias sociales. Cuando pensó en su  futuro distópico, lo hizo desde la mentalidad y las posibilidades de su época. El hecho relevante, es que hoy no hace falta un mundo totalitario para poder controlar a los pueblos, la realidad es que hay formas mucho más sutiles de alienar a las masas.

Hoy no existe la necesidad de la policía del pensamiento. Ya están los medios de comunicación para ello. Hoy desde el Poder, entendido en sentido amplio, se establece unos estándares de opinión aceptables, lo políticamente correcto. Todo aquello que se salga de dicho camino (por izquierda o derecha) rápidamente es censurado. Los primeros que se autocensuran son los propios medios y los agentes sociales.

Todos somos conscientes de que muchas de nuestras opiniones no son socialmente aceptables (que se lo digan a Toni Cantó) y nos autocensuramos cuando hablamos con los demás. Al final ciertos temas acaban siendo tabús, y otros acaban siendo simplificados en una retahíla de dogmas de fe sin discusión.

Hoy no hay asilos sino residencias, no hay cárceles sino centros penitenciarios, no hay impuestos sino gravámenes, no hay asesinos terroristas sino interlocutores validos, no existe el español sino el castellano etc. Al final el «neolenguaje» se va imponiendo en la vida pública, y todos los  partidos lo asumen e instrumentalizan en su interés. En la sociedad aborregada, poco a poco van calando, como la lluvia fina los conceptos e ideas, y de forma lenta pero inexorable van asumiendo los dogmas y entrando en la senda del pensamiento único.

El doblepensamiento está tan plenamente asumido en la clase política como lo estaba en la distopía. En los «debates» ideológicos mienten, dicen una cosa y la contraria con tanta facilidad y convicción que hasta parecen creerse sus propias incoherencias.

De hecho con el tiempo y como legado dejó un concepto tan contundente como es el del «discurso orwelliano definido como aquel «lenguaje que no busca ajustarse a la realidad sino recrearla para inducir una determinada percepción de la realidad en el oyente. Es una forma de discurso liberada de todo compromiso con los hechos y cuya eficacia se mide por el efecto propagandístico logrado, respecto a los hechos y respecto a si misma, pues se trata de fabricar una propaganda que no se perciba como tal». Piensen en las últimas declaraciones de cualquier político y saquen sus propias conclusiones.

Sin embargo la parroquia traga con todo y repite como loritos cualquier frase que sale por las bocazas de sus líderes, los pastores del rebaño, los de las churras y los de las merinas, da igual, al final en lo esencial, todos de acuerdo. Si hoy toca criticar la corrupción del de enfrente bien, si mañana toca justificar que no dimita el corrupto del partido también. El doblepensamiento se ha impuesto y la coherencia no tiene lugar, salvo en las mentes de los miembros de la «hermandad», aquellos que se rebelan a la zombilizacion generalizada.

Las nuevas tecnologías pueden ser el mayor aliado del Gran Hermano, o su mayor enemigo según su uso. Es patético que todo el potencial de los nuevos dispositivos electrónicos y la tecnología de la comunicación que deberían permitir la rebelión informativa, la liberación de la dictadura de los medios públicos y concertados, de las agencias de noticias, al final solo sirven para tener a la gente mirando y dictando en su whatsapp chorradas insulsas e insustanciales.

En fin, cada vez soy más pesimista, cada vez estoy más convencido de que las nuevas tecnologías y el brutal desarrollo de las ciencias sociales y de la comunicación son un arma de doble filo, y que al final en manos de quienes manejan los hilos, aquellos que no se exponen a la opinión pública, esos que se difuminan tras el retrato de la omnipresente figura del gran hermano,  los que dictan las líneas de acción que disciplinadamente siguen sus perros, «el partido interior», logran el fin último, ese que siempre han perseguido las élites dirigentes, a lo largo de la historia cualquiera que fuera el momento y el lugar, el control de las masas.

Esas masas que como las vacas, son mansas y estúpidas, y  como el «vaquero»  aspiran a controlarlas, a dirigirlas y «cuidarlas», con el único fin de obtener el máximo beneficio de ellas. Pero esas masas informes, desinformadas, sumisas y serviles, a quien como al ganado se les proporciona los pastos, los cuidados y el establo, al igual que las grandes manadas, se tornan peligrosas cuando cualquier circunstancia provoca una estampida y las hace salir corriendo arrasando con todo lo que encuentran a su paso.

Panen et circenses, religión, sectas, fanatismo ideológico, brujería, esclavitud, guerras, dependencia económica, muchos han sido los métodos empleados por la élites, para controlar y dominar a las masas a lo largo de la historia. Por tanto no debemos escandalizarnos ni extrañarnos de las nuevas técnicas de control, simplemente debemos decidir cada uno de nosotros si queremos vender nuestra libertad personal y mental a cambio de vivir una cómoda vida de borregos, a cambio de renunciar a pensar. Como bien describía Erich Fromm  en su libro «el miedo a la libertad», las masas se angustian tomando decisiones, temen equivocarse y prefieren ser guiadas por las élites dirigentes, como lo nazis entonces, las masas prefieren ceder su libertad de decidir y cumplir con todo lo que se les ordene por absurdo o inmoral que sea (aun cuando sea matar o dañar a alguien como muestran diversos experimentos psicológicos). Siempre he envidiado la felicidad de los tontos, como las vacas solo están preocupados de comer, dormir y sentirse sanos y seguros, tranquilos en la base de pirámide de Maslow, con sus necesidades primarias resueltas.

La ciencia social, las nuevas tecnologías y el apesebramiento del mal llamado «Estado del Bienestar», han logrado crear una sociedad como la descrita en 1984, pero con la sutileza de descrita por H.G. Well en su novela de la máquina del tiempo, donde los felices «Elois» viven y disfrutan del bienestar que les dan los «Morlock» que en realidad los pastorean como al ganado y se alimentan de ellos, acudiendo ordenadamente, felices e hipnóticos al toque de la sirena a su destino que no es otro que satisfacer a sus dueños.

De todos y cada uno depende decidir como desea vivir su vida, si quiere ser una oveja del rebaño o ser una oveja negra, un patito feo que como el cisne desentona y es excluido del grupo por salirse de la media, por negarse a ser mediocre, por atreverse, como el chimpancé  «Cesar» en la «conquista del planeta de los simios» (1973) a decir la palabra prohibida, NO.

«Es mejor ir solo que mal acompañado»

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