Análisis de la sobremortalidad desde el inicio de la pandemia


Según se informa de fuentes oficiales a fecha de finales de mayo de 2021 se ha producido una sobremortalidad en España desde el inicio de la pandemia de 81000 muertes, 46000 durante la primera ola y 35000 más desde de septiembre. Ello casi coincidiría con la mortalidad declarada por causa del COVID, y supongo que pretendería respaldar las tesis oficiales sobre sus cifras. Nada más lejos de la realidad.


Para empezar y tal como se refleja en el libro, la sobremortalidad del MoMo tiene un sesgo al alza a causa de que las series históricas tienden a ser crecientes en el tiempo. De esta forma por ejemplo los 463000 fallecidos estimados por el MoMo en 2020 darían una sobremortalidad de 66000 muertos sobre una media cifrada en 397000 que se reduciría a 43000 fallecidos si se estimara sobre la mortalidad de los últimos años, unos 420000 al año. Por ello es difícil sacar conclusiones precisas de estos datos. En todo caso el cálculo de la sobremortalidad real ajustada durante este periodo de 15 meses podría ser estimada en unos 55000 fallecidos.

Sin embargo, llama la atención un dato relevante. Desde septiembre de 2020 hasta mayo de 2021, se estima un exceso de mortalidad de 35000 fallecidos, cuando se han declarado oficialmente 50000 muertes por COVID. Hay un evidente gap entre ambas cifras que además si aplicáramos el mismo coeficiente reductor en base al sesgo de cifras de mortalidad, debiéramos estimar la sobremortalidad real en menos de 25000 fallecidos, menos de la mitad de la declarada por COVID. ¿Dónde se quedan entonces los otros 25000 fallecidos?.


La respuesta es evidente, y además ya abiertamente reconocido por el SERGAS gallego por ejemplo. Se han contabilizado como muertos por COVID, muertos con COVID, es decir, personas que han muerto por otras causas, pero que además tenían COVID. A ello añadir, tal y como señalé en mi libro a personas que por sus graves patologías previas, aun habiendo muerto por el COVID, no hubieran sobrevivido a sus propias patologías más allá de escasos meses, por lo que de todas formas engrosarían la estadística de mortalidad estimada. Muchos de ellos, murieron en la primera ola, generando una sobremortalidad excepcional que luego se ha ido compensando estadísticamente a lo largo de los meses. A ese respecto conviene tener en cuenta que mezclar a los pacientes con COViD con el resto de pacientes y moribundos a buen seguro ha magnificado este efecto.


A todo este “cajón desastre” de contabilidad de la mortalidad encaminada a generar el mayor alarmismo posible que justifique las medidas de sometimiento social, hay que añadir aun otro factor desconcertante, los falsos positivos. Es decir, personas que han muerto por cualquier causa a las que las prueba PCR ha dado positivo sin serlo. Con que solo la mitad de los fallecidos por cualquier causa hubieran sido testeados por PCR o test de antígenos, si hubiera un porcentaje de falsa positividad del 5%, representaría asignar como muertos con COVID 12500 muertos por cualquier otra causa que siquiera tuvieran COVID.


Pero además hay que añadir aun otro dato más al análisis para calibrar realmente el impacto demográfico de la COVID, la sobremortaldiad generada por la nefasta gestión, y que a buen seguro ha generado miles de muertos por falta de adecuada atención sanitaria, uso indiscriminado de mascarillas y factores psicosociales. Es decir a la sobremortalidad real ajustada de unos 55000 muertos, habría que descontar un número indeterminado de fallecidos sin COVID, para poder estimar el verdadero número de fallecidos reales como consecuencia directa del COVID, que hubieran sobrevivido más allá de meses a la enfermedad. La cuestión ahora, que nadie desde el Poder y sus adláteres se va a preocupar de investigar salvo que no hagamos nosotros, es, que parte de esa cifra corresponde a causas directas e indirectas.


Sin embargo, el hecho de la esperanza de vida se haya reducido la apreciable cifra de un año y medio en 2020 (de 84 a 82,40 años), pese a que la edad media de los fallecidos por COVID es de 85 años, teniendo en cuenta además que dos tercios de los fallecidos declarados por COVID son hombres, con una esperanza de vida de tan sólo 79 años, hace pensar que han debido ser muchos miles los fallecidos prematuros por causas ajenas al COVID, que hoy deberían estar entre nosotros si no fuera por la necesidad de crear el estado de pánico necesario para cercenar nuestros derechos y libertades y arrastrarnos mansos sumisos y dispuestos a las colas de la vacunación masiva.


Será difícil y costoso estudiar esta realidad, especialmente cuando desde el poder no se va a poner facilidades para ello. Pero esperemos disponer pronto de los recursos para destapar la realidad más allá de la “nueva realidad”.

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