Vitamina D3 vs. vacunas

A pesar del desinterés generalizado y hasta entorpecimiento deliberado de la clase médica liderada por la OMS en realizar cualquier esfuerzo que pueda demostrar el beneficio de la vitamina D3 en la reducción de los riesgos del COVID, cada vez son más las evidencias en dicho sentido. El reciente estudio de la Universidad de Córdoba junto a diversos hospitales andaluces, avanza una reducción del riesgo de mortalidad a una cuarta parte. Todo sin considerar que seguramente muchos o la mayoría de los fallecidos, no hubieran sobrevivido de todas formas a sus patologías previas mas allá de semanas o pocos meses, con lo que la reducción de la mortalidad real, sobre casos que realmente hubieran podido sobrevivir a sus patologías y seguir con su vida, seguramente será incluso mayor. Ya he expuesto en otro artículo cómo la contabilidad de las victimas puede inducir a error a la hora de valorar los datos.

Claro que, con dicho rango de reducción de la mortalidad, y considerando que los estudios de reducción de la mortalidad de las vacunas, aun son tema de discusión y prueba, pese a que nos animan a vacunarnos masivamente asegurándonos que son perfectamente seguras, sin ser capaces siquiera de asegurar cosas tan sencillas como si impiden el contagio propio y ajeno, podríamos encontrarnos con la circunstancia de que la protección asegurada por la vacunas apenas fuera significativa por la aportada por la vitamina D3 combinada como elemento preventivo y tratamiento. Ello evidentemente dejaría en cuestión la necesidad de vacunar a toda la población con unas vacunas de las que como digo siquiera sabemos su capacidad inmunizadora.

Es imposible comprender cómo contra las evidencias los sistemas de salud se niegan siquiera a realizar un ensayo a gran escala, a pesar de lo barato e inocuo del producto a administrar. Cuesta creer que tan desesperados como han dicho estar por salvar vidas, tan preocupados por el colapso sanitario, y tan dispuestos a sacrificar las libertades individuales por un bien mayor, ninguno de los 17 reinos de taifas mas el Gobierno de España, a los que añadir la generalidad del resto de gobiernos de la UE y otros países atenazados por el COVID, esté dispuesto siquiera a hacer un ensayo masivo que acabe definitivamente de confirmar mas allá de las dudas poco razonables de difunde la OMS el hecho de que había un tratamiento viable barato e inocuo que se ha desdeñado dejando morir millones de personas y fomentando un pánico social que ha logrado someter a la ciudadanía aun mas al poder.

De momento en mayo de 2021, con un incremento de 140000 casos diagnosticados, y se supone que con toda la población de riesgo vacunada e inmunizada, han muerto más de 1100 personas de COVID (¿o con COVID?).  Si desde mayo de 2020 ha habido 3,4 millones de casos diagnosticados con 50000 muertos declarados, nos da que hemos pasado de una tasa media de 1 fallecido por cada 70 casos declarados, a 1 por cada 140, es decir una reducción de la mortalidad del 50%. Eso teniendo en cuenta dos factores importantes. El primero es que no estamos en la situación de saturación médica de enero/febrero, que a buen seguro incrementó la mortalidad, y segundo, que estamos próximos al verano y ya sabemos que el COVID reduce su eficacia drásticamente, curiosamente cuando mas Sol hay y mejor se sintetiza la vitamina D3. En todo caso esto de la eficacia de la vacunas da para su propio análisis.

A todo ello hay que añadir que no es el único remedio contra el COVID que sufre el ostracismo des aparato medico y mediático. Ahí está sin ir más lejos el Aplidim, otro producto farmacéutico español que ha tardado meses en lograr la aprobación de su ensayo clínico mientras los ensayos de las vacunas se desarrollan y concluyen en semanas sino días, dándose como verdades ciertas e inmutables.

Tampoco hay explicación, ni nadie al parecer con interés de exigirla, de por qué las vacunas españoles sufren falta de financiación mientras hemos financiado otras menos eficaces y pagamos ingentes cantidades de dinero por ellas.

Solo hay una razón que explique esta circunstancia que trasciende lo que sería una dejadez o una negligencia, y es que cuestiona la estrategia de pánico y desesperación social seguida durante desde el principio de la pandemia, destinada a reblandecer y debilitar a la sociedad hasta hacerla lo suficientemente sumisa como para aceptar sin cuestionamiento que les inyecten un producto absolutamente experimental con una aprobación de emergencia. Una estrategia que ha pasado por encima de cualquier consideración practica, lógica o moral, incluso llevándose por delante la vida de miles de personas, arruinando a otros cientos de miles, acabando con los derecho y libertades, con la semana santa, e incluso llegando a insinuar que se va a acabar con el más elemental derecho ciudadano, el de la igualdad de trato.  Todo aparentemente a mayor gloria de las vacunas de la OMS financiada por Gates y su pandilla de mesiánicos.

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