Sobrevivir al apocalipsis zombi. Cuando pensar se convierte en un peligro

Apocalipsis zombi

Publicado en 5 de julio de 2017

Sir Francis Bacon reflexionó que, “quien no quiere pensar es un fanático, quien no puede pensar es un idiota, y quien no osa pensar es un cobarde”. Sigmun Freud por su parte afirmaba que “hay dos formas de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo”.

Hace unos días nos sorprendió una noticia que por absurda llegaba a ser interesante. Un Diputado más aburrido que indignado, no se le ocurría sino preguntar por la medidas que tenía previsto adoptar el Gobierno en caso de una apocalipsis zombi.

La pregunta además de ridícula e indigna de la seriedad que se le presuponía a un representante electo de la ciudadanía, siquiera era original.

Nada extraño de un sujeto que como los otros 349 que sientan sus culos en el congreso de los diputados, no ha hecho mayor merito para el puesto, que ser los suficientemente gracioso, pelota o sumiso para ser incluido un buen numero en una lista cerrada.

Al parece la típica chorrada para llamar la atención y tener sus cinco minutos de fama que justifiquen 4 años viviendo a la sombra… del poder. Pareciera que desde que “Podamos” y otros residuos de “suciedad” han entrado en Congreso, este se parece más a un circo de payasos, que a una cámara de representantes.

Siquiera puede presumir de creatividad, dado que dicha respuesta y se registró en la cámara de representantes de Canadá.

La respuesta al menos fue ingeniosa. Refiriendo que si por apocalipsis se entiende con literalidad el fin del mundo, carece de toda lógica adoptar medida alguna y si se pretende interpretar el término desde la perspectiva literaria de seres muertos reanimados carentes de voluntad, tampoco por lo poco probable de la situación.

Concluyendo no existe protocolo alguna ante la eventualidad de la apocalipsis zombi, tal y como todos suponíamos.

Sin embargo esta chorrada típica y propia de la mediocre elite que se arroga el derecho a pastorearnos, me permite haceros participes de algunas reflexiones que me surgen.

En primer lugar, el problema no es que no existan protocolos de actuación ante una apocalipsis zombie, tal y como tanto preocupa al representante de los ciudadanos, sino el que no existan con carácter general protocolos serios ante cualquier tipo de verdadera situación critica que escale del nivel de incidente.

La gestión de la “crisis” del ébola, con un solo enfermo contagioso, de un patógeno que pese a su virulencia, es de difícil transmisión, implicó el cierre de todo un ala del UNICO centro preparado para su tratamiento y aislamiento, da una muestra de cual sería el grado de respuesta que cabria esperar de surgir una epidemia de gran mortalidad y fácil transmisión, al estilo de la mal llamada gripe española que surgió hace un siglo en EEUU y que se llevo la vida de mas seres humanos de la primera guerra mundial.

Me surge un escalofrió de pensar como reaccionarían las administraciones publicas ante un accidente químico (no quiero pensar siquiera en un atentado NRBQ) que implicara el tratamiento aislamiento o evacuación de miles o decenas de miles de personas.

Cuantos trajes hay preparados, cuantos antídotos, o que capacidad de descontaminación química habría disponible para actuar en cuestión de minutos u horas en el peor de los casos. Sobre la cualificación preparación y disposición del personal que debería actuar y dirigir dichas tareas, mejor no hablar.

Supongo que es mejor esperar que “eso” nunca pase, y si pasa, pues nada, una comisión unos años de dimes y diretes, y al final nadie responsable de nada.

Porque uno de los problemas de este país, es que todo el mundo quiere mandar. Tráeme un café, quiero un coche mas grande, o nos apuntamos todos al viaje, pero nadie quiere tomar decisiones.

Tenemos una multitud de instituciones a todos los niveles de la administración supuestamente responsables de una serie de eventualidades y catástrofes, permanente pugnando por llevarse la parte más suculenta de la tarta de los presupuestos.

Pero a la hora de la verdad, la mayor parte ni esta capacitadas ni cualificadas, ni coordinadas, ni concienciadas para actuar. En el mejor de los casos, y tal como pasó en el Prestige, se irán pasando la patata caliente de unas a otras para no asumir la responsabilidad  agravando el problema hasta que no tenga remedio.

Eso en cuanto a la parte más “seria” y realista de mi reflexión.

En un plano más “filosófico”, creo que el problema no es si existe algún plan para prevenir una apocalipsis zombi, sino qué medidas se deberían adoptar para atajar la epidemia zombi que nos atenaza y amenaza con acabar con nuestro “way of life”, desde ya hace bastantes años. Y me explico.

Tomando el término zombie (zombi) por la acepción aceptada en la real academia de la lengua ESPAÑOLA de, “persona que esta atontada o aturdida”, verdaderamente deberíamos aceptar que estamos ante una verdadera plaga que adopta las más diversas formas en la cotidianeidad diaria.

Desconozco si es contagiosa, y las vías de infección, pero el hecho cierto es que la epidemia crece sin parar amenazando con arruinar nuestra civilización. Muchos son los indicios que se nos muestran en el día a día y que deberían preocupar a los “Maveriks” que como en la película “los ladrones de cuerpos”, aun no hemos sido infectados y deambulan por las calles llenas de seres sin conciencia propia dotados de una mente colmena que los impulsa a actuar sin voluntad propia.

Sin ir más lejos acaba de celebrarse otro “partido del siglo”, de esos que cada año hay diez o veinte para deleite y alienación de las masas (panes et circenses), que durante la semana anterior hicieron girar sus vidas alrededor de las expectativas del “evento”, y ahora mismo están discutiendo cada jugada dudosa, y cada detalle del espectáculo, unos frustrados pensado y soñando ya en la próxima revancha, y otros eufóricos satisfechos de sí mismos, por la fortuna de otros a los que consideran los “suyos” y han hecho garantes y depositarios de su felicidad, traducida en su capacidad para imponerse sobre “sus” rivales. Si no fuera tan patético seria hasta gracioso.

Para ellos incluso los telediarios “serios” reservan un 33% de su tiempo cada dia de la semana, para que estén puntualmente informados de hasta el menor detalle de sus lideres y sus equipos, si a mesi le sale una verruga, o cristiano ha enseñado su culo en un spot, son noticias más trascendentes e importantes para la generalidad de zombies que lo pueda pasar el Yemen, o el ultimo avance científico en la lucha contra el cáncer.

Y qué decir de esos que se desgañatinan y aplauden hasta dolerles las manos cada idiotez dicha por aquellos a los que consideran garantes de sus esencias ideológicas, sin siquiera saber cuáles son estas, adaptando su discurso a golpe de tuit, retuit y eslogan del día, y justificando o atacando lo que sea que refuerce su necesidad de dividir la sociedad en los buenos (los nuestros) y los malos (los demás).

Si hoy el sospechoso de corrupción es de los “otros” esta juzgado y condenado y todos los suyos son iguales o peores, y la causa de las desdichas de España. Pero si le toca “uno de los “nuestros”, los jueces “nos” persiguen, presunción de inocencia y el siempre recurrente “y tu mas”. Todo sea por no pensar por uno mismo.

De esta forma se sublima y extiende sobre las masas el ejercicio del doblepensamiento ideológico que mantiene el sistema al gusto de la superestructura económica y social.

Tampoco debemos olvidarnos de esos millones de personas que vegetan ante la caja tonta ejerciendo de jurado popular de las miserias y desgracias de famosos famosetes y agregados, devorando telebasura y haciendo cruda realidad los dos minutos de odio descritos por George Orwell en su novela 1984, como medio de satisfacer se necesidad de sentirse mejor criticando a los demás. Dentro de este grupo merecen una mención aparte los miles de “jóvenes y jóvenas”, que aspiran y sueñan a su 5 minutos de fama sobre la base de aparecer en algún “reality show” o lograr “pillar” con cualquier personaje que le permita malvender o exponer su vida a cambio de unas monedas (dinero fácil)

También tenemos a los fan-aticos que hacen días de cola por la entrada del concierto de su cantante favorito/a, ese alrededor del cual hacen girar sus vidas. Son los mismo que no esperaría ni media hora por una entrevista de trabajo, o que jamás han visto un museo o un concierto de música clásica. No son ni mejores ni peores que aquellos que centran, o descentran, sus vidas alrededor que cualquier causa hasta llegar a deformar el fin y los medios para hacerla llegar a ¿buen? fin.

Al menos los anteriores seres buscan y creen encontrar algo que de algún sentido a sus vidas, aunque sea mutilando su naturaleza humana que les debería hacer ávidos y curiosos coleccionistas de sensaciones, conocimientos  y experiencias, en lugar de centrar todo su tiempo y pensamientos en una idea, ideal o ídolo.

Pero como en todo subgénero, siempre hay grados y niveles. En lo más bajo de la escala, una legión de ninis y asimilados alienados al punto de estar satisfechos con ser sostenidos por un Estado paternalista en la más estricta base de la pirámide de Maslow, sin aspiración alguna de realización y reconocimiento.

Cada fin de semana asistimos al ritual de cientos de miles o millones de jóvenes y no tan jóvenes buscando artificialmente el estado de ánimo adecuado para relacionarse. Absorbiendo alcohol incluso de formas insospechadas o buscando entre “polvos mágicos” encontrar la valentía para afrontar las relaciones humanas que son incapaces de lograr naturalmente debido a su inmadurez emocional, falta de autoestima y ausencia de interés en su propio crecimiento personal.

Podría seguir, ya que ejemplos de la estulticia en que esta desembocando esta sociedad alienada y vacía de valores y principios no faltan. Pero la cuestión no es si estamos ante una sociedad de zombies, sino, que se puede hacer para cortar esta epidemia moderna que devora las mentes más débiles de las sociedad.

Lo cierto es que no hay una solución fácil. Es difícil salvar al los infectados por el mal. Por ello los esfuerzos deberían centrarse en las generaciones futuras, aquellos que hoy deberían ser educados, en lugar de adoctrinados y adocenados. Un buen plan para atajar el apocalipsis zombi que sufre la decadente sociedad occidental solo puede pasar por un modelo educativo que se esfuerce en desarrollar la capacidad de los menores para pensar por sí mismos, tener espíritu crítico, capacidad para tomar decisiones e ilusión por asumir responsabilidades y tomar iniciativas.

Nada más y nada menos. Justo todo aquello que aterra a quienes se esfuerzan por mantener a raya a la plebe, ahormando y coartando todo afán de pensar por sí mismos, evitando el riesgo de que se cuestionen el modelo establecido.

En realidad, tal y como Erich From expuso en su ensayo, “el miedo de ser libres”, una gran parte de la ciudadanía prefieren dejar de pensar por sí mismos y permitir que otros les digan que hacer y opinar, angustiados por la responsabilidad que asumen al dirigir sus vidas.

De eso se aprovecharon en su momento los totalitarismos fuertes como el nazionasocialismo y el comunismo, y saben sacar partido los totalitarismos del pensamiento débil que escudándose en el concepto del mal llamado estado del bienestar, busca ahormar, disciplinar y alienar a los ciudadanos reprimiendo su mente y su espíritu con sutileza en lugar de emplear el miedo la violencia y el odio.

“Quien no quiere pensar es un fanático, quien no puede pensar es un idiota, y quien no osa pensar es un cobarde”. En realidad las mas de las veces las tres categorías confluyen creando una perfecta sinergia que define el perfecto estado de estupidez, a fin de cuentas, hay que ser muy idiota para ser un fanático, y muy cobarde para preferir dejar que otros tomen las decisiones para asi no asumir ninguna responsabilidad y vivir con la feliz despreocupación de los idiotas. Desgraciadamente, esta sociedad adocenada, no gusta de disidencias y castiga a aquellos que se salen de la fila.

Por ello al igual que en la película «La invasión de los ladrones de cuerpos», no queda sino fingir aceptación y sometimiento a la mente colmena, para evitar llamar su atención. Tal y como Freud nos aconsejaba, “hay dos formas de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo”.

No te acerques a una cabra por delante, a un caballo por detrás, y a un tonto por ningún lado. 

PD. Este articulo pretendía en su contexto ser una hipérbole de la realidad. A día de hoy, los recientes acontecimientos y la inacción y complacencia de una sociedad alienada. han dejado el relato bastante corto para describir la actualidad sociológica.

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