Sobrevivir al apocalipsis zombi. Cuando pensar se convierte en un peligro

El señor de luz y sus oscuras compañías

El polifacético Francois de Rouchefoucauld, nos advertía que, “para el hombre ambicioso, el buen éxito disculpa la ilegitimidad de los medios”.

Que Bill Gates es la salsa que recubre toda la nefasta gestión pandémica del mundo occidental, no es algo que se oculta a la minoría informada, ni siquiera algo que parezca molestar al “semidios”, que no duda en tomar un protagonismo casi obsceno que parece confirma esa frase de Victor Hugo que versa, “es curioso como los malvados creen que todo les saldrá bien”.

Pero no todo parece irle bien al señor de luz de bondad infinita. Su compañera de fatigas, Melinda, se divorció de él, y puede que alguna de las compañías que frecuentaba hubiera influido en ello.

Así, llegamos a conocer la profunda amistad que parecía mantener Gates con Jeffrey Epstein, un oscuro multimillonario, “hecho a sí mismo”, y cuya riqueza al parecer provenía de la mera especulación financiera.

Este sujeto acabó presuntamente suicidándose en presidio, donde se encontraba acusado de forma de reincidente de tráfico de menores y pederastia. Cargos que compaginaba con la algo más que siniestra sospecha de que chantajeaba a la alta sociedad a la que proveía de sus más abyectos vicios.

Mas allá siquiera de entrar a la valorar la moralidad de Gates, tan sólo por hablarse con un siniestro tipo que abusaba y se beneficiaba del tráfico de menores, y sin entrar a considerar la sexualidad del Gates, menos sin pruebas, es conveniente profundizar un poco en la personalidad de Epstein, para intentar entender que es lo que tanto unía a ambos, al punto de compensar a Gates el posible desgaste social de esta amistad peligrosa.

Resulta que mirando más allá de sus vicios, el caballero oscuro era un firme defensor de la eugenesia y el transhumanismo, algo que le acerca peligrosamente a ideologías genocidas de otras épocas no tan lejanas.

La selección genética y la mejora forzada y artificial de los seres humanos, que no necesariamente de la Humanidad, no tiene por qué ser algo negativo en sí mismo, pero si suele acabar en desastre cuando se convierte en ideología, o cuando tiene una finalidad  es espuria.

Pensar en el multimillonario filántropo Gates como un creyente fanático del transhumanismo, es algo que debería poner el guardia a cualquier que tenga un mínimo de sentido común, y bien pudiera explicar las milmillonarias inversiones en programas y organismos de salud que bien pudieran enmascarar su intenciones de imponer su ideología a la sociedad a cualquier precio.

Cualquier persona bienintencionada y buenista, ya contaminada por la ideología totalitaria del pensamiento débil, podría aducir que no hay nada de malo en querer mejorar la especie humana. Sin embargo obvia varias cuestiones trascendentales.

1º Querer transformar la especie humana no quiere decir necesariamente mejorarla. Puede pretenderse crear una ciudadanía mas sumisa y manipulable.

2º El concepto mejorar la especie humana puede no significar lo mismo para todos. Puede que los valores u objetivos que se pretendan imponer no sean del gusto de todos.

3º Mejorar la especie humana no tiene que pasar necesariamente por mejorar a todos los seres humanos, e incluso puede implicar “mejoras asimétricas” a la carta según para que clase social o raza se determine.

4º Si tan bueno y positivo es, mejorar la Humanidad, ¿Por qué se haría secretamente?.  Y es que de haber un programa oculto de transhumanismo en toda la manipulación deliberara de la pandemia, es evidente que se pretendería forzar a la población a participar en él a cualquier precio.

Siquiera voy a considerar su posible interés por la eugenesia, dado que eso nos llevaría otro nivel de reflexiones aun más aterradoras si cabe.

No sabemos el predicamento que estas doctrinas puedan tener entre nuestras elites sociales, pero el hecho de que un personaje como Epstein se moviera tan cómodamente entre las elites incluso mucho después de descubrirse sus oscuros secretos, es síntoma de que, de buen grado o por la fuerza del chantaje, sus doctrinas pueden tener más implantación de la que pudiéramos imaginar.

¿Esconde la campaña de vacunación masiva y forzada de la población a toda costa y todo coste un programa de transhumanismo sobre la base de la modificación genética, o directamente un programa de eugenesia?. Es difícil saberlo. Incluso pudiera ser que tan solo fuera un paso en la aceptación natural de las vacunas masivas para que a futuro aceptemos alegremente que nos metan cualquier cosa sin preguntar.

Lo que sí está claro es que se ha obviado todo posible tratamiento y se ha realizado una campaña masiva de desinformación,  alarmismo, manipulación e incluso incentivos indecentes, tal es condicionar los posibles derechos y libertades individuales, con el objeto de imponer la vacuna, y que además se ha realizado una campaña universal contra la lógica de una enfermedad que básicamente afecta a grupos de riesgo concretos e identificables.

“Para el hombre ambicioso, el buen éxito disculpa la ilegitimidad de los medios”. Es evidente que la elite social se sustenta en la ambición de sus componentes, lo cual no es necesariamente malo, hasta que la impunidad de sus acciones les convence de que no hace les hace falta ninguna legitimidad para lograr sus fines. Ello no es consecuencia de la ambición en sí misma, sino de la falta de moralidad, que ellos mismos fomentan, en la sociedad, y que les permite situarse por encima de la legalidad.

El embrutecimiento de un pueblo hace nacer  la inmoralidad en las clases altas y esta inmoralidad se propaga y llega con toda la potencia adquirida durante su carrera, a los últimos peldaños de la jerarquía social.

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Sobrevivir al apocalipsis zombi
Cuando pensar se convierte en un peligro

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