Sobrevivir al apocalipsis zombi. Cuando pensar se convierte en un peligro

Fahrenheit 451

«No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe» (fahrenheit 451).

Reconozco que me encantan las distopías más que las utopías. No sé si será que para imaginarme un mundo perfecto no me hace falta que nadie me lo describa, si será porque todas las utopías tienen un trasfondo envenenado de totalitarismo y control social, o si será porque no creo en la felicidad artificiosa y colectiva, ya que opino que cada persona debe descubrir su forma de ser feliz

Entre mis distopías favoritas, Fahrenheit 451 tiene un lugar especial por su simbolismo. Para mi desgracia, llegó a mi por la vía visual del cine en lugar de la literaria, y como tengo la norma de no leer libros cuando he visto la película porque ya me condiciona y mediatiza, he renunciado (de momento) a disfrutar del placer de su lectura.

La historia versa sobre un futuro en el que el Estado encuentra en los libros un obstáculo para sus fines de control social de la población, y emprende una campaña contra tan peligroso enemigo al que dedica los esfuerzos de sus brigadas de «bomberos», reconvertidos en pirómanos culturales, a la caza y quema de tan peligrosas armas que amenazan las tiernas mentes de los ciudadanos.

451 grados Fahrenheit se supone que es la temperatura a la que arde el papel de los libros. No descubriré más el argumento, no vaya a ser que alguna persona se enfade conmigo, pero ánimo a cualquiera a leer la novela (preferiblemente) o al menos ver la película, que aunque antigua y sin los efectos visuales de hoy, se deja ver muy a gusto.

Más allá del contenido y el argumento, me gusta de toda buena distopía el fondo. Las distopías, igual que las utopías rara vez pretenden ser una imagen fiel de una posible realidad. Más bien una señal de advertencia que ciertas personas avanzadas a su época y/o sociedad, dotados de una excepcional clarividencia, lanzan al mundo para prevenirnos del implacable deseo liberticida que toda forma de Gobierno engendra y que se materializa en su aspiración de controlar las mentes y voluntades de los ciudadanos

Desde la brutal 1984 de George Orwell, a la simpática máquina del tiempo de H. G. wells, pasando por la angustiosa «Nosotros» de Zamiatin y por supuesto la incomparable «un Mundo Feliz» de Huxley. Todas ellas tienen un denominador común, el deseo del Poder establecido de aniquilar todo atisbo de pensamiento independiente de grado o por la fuerza y de perpetuarse sobre todo y sobre todos

La ciencia y la tecnología han superado con creces los límites de la imaginación de la mayoría de los autores de estas obras. Los avances tecnológicos, sobre todo en las últimas dos décadas, han supuesto una autentica revolución en los hábitos y costumbres de las personas. Estamos inmersos en una autentica revolución social

No siendo yo tan mayor (el hombre, la humanidad, había renunciado a la Luna antes de mi nacimiento), cuando recuerdo mi infancia me doy cuenta de la evolución tecnológica, especialmente en lo relativo a la TICs (tecnología de la información y la comunicación).

Veo a mis hijos con smartphone, tablet ordenador, televisor «inteligente». Veo mi router inalámbrico brillando como un árbol de navidad con decenas de IPs colgando, pienso en las tecnologías apiladas y desechadas por obsoletas en los últimos 20 años en mi casa, y lo comparo con mi apacible infancia del “uhf y el vhf “, y me doy cuenta del salto cualitativo. A lo mejor habría que decir más correctamente cuantitativo.

En la adolescencia de cualquiera que haya compartido mi dimensión espacio-tiempo, seguro que hay recuerdos de quedar con alguien por el teléfono de casa, y al llegar, esperar impaciente sin saber el motivo de la tardanza. Si ha pasado algo grave, si pinchó el autobús, o simplemente no teníais el mismo concepto del respeto hacia los demás.

No había whatsapp para cada 2 minutos informar del semáforo en que se estaba. La imprevisibilidad nos hacia resilientes y adaptativos, tolerantes a la frustración y al desanimo. Te podías perder sólo o en compañía de otros sin más tener que dar explicaciones y asumir consecuencias a la vuelta.

Mi «libro de caras» se reducía al enorme patio del colegio o al parque donde, en el mejor de los casos jugábamos despreocupados, y en el peor nos apedreábamos con los de la calle de enfrente.

Cuando llegó el primer televisor en color, a mis cinco años no lograba entender porqué tenía ocho posibles presintonías (analógicas). Me explicaron que en otros países había más de dos cadenas de televisión (¿tantas como 8? pensaba yo).

El primer vídeo lo conocí en la preadolescencia y mis medios para conocer el mundo más allá de mi alcance visual fue la prensa, la televisión (publica y de calidad que había entonces), la radio, y sobre todo los libros.

Los libros han sido por ello para mí, el balcón al mundo. Desde el Miguel Strogof y el Corsario Negro que alguien con mucha visión me regaló a tan temprana edad como los cinco años y a quien tengo que agradecer mi prematuro descubrimiento del mundo de la literatura, ha pasado mucho tiempo y muchas vicisitudes.

Siempre fui un animal curioso (en su doble sentido) y mi afán por conocer, mi egoísmo y sed intelectual de querer acaparar todo conocimiento que se me presentara, intente saciarlo en el fondo de cualquier biblioteca a mi alcance. Quizá eso también ha condicionado y forjado mi carácter tranquilo, amante de la paz y la armonía y de disfrutar de las cosas sencillas.

Cuando vi por primera vez la película «Fahrenheit 451», aun era un niño impresionable y me sentí auténticamente horrorizado de pensar que algo así pudiera suceder, que pudiera haber gente que verdaderamente pudieran odiar los libros al extremo de quemarlos. Desgraciadamente con el tiempo descubrí que eso no solo no era posible, sino que desgraciadamente ha pasado innumerables veces en la Historia.

Los tiempos avanzan que es una barbaridad y hoy en día el libro es una especie en vía de extinción. La gente puede atesorar miles de libros en formato electrónico y llevarlos consigo a cualquier parte.

A mi aún me cuesta asumirlo y no he sido capaz de leer un libro sin tocar su combustible  material. Creo también que a veces poder tener tanto hace apreciar menos lo que tienes.

Por otro lado la revolución que ha supuesto primero internet, y luego los avances que han permitido portabilizar la información global para que quepa en nuestro bolsillo, nos dan una acceso tan directo y real a la información, que muchas veces nos hace prescindibles, innecesarios o molestos los libros.

Pensar en el brutal acceso a la información que disponen nuestras jóvenes promesas, y compararlo que el que había en épocas pretéritas, es como comparar un patinete con un avión. Las oportunidades que ofrece Internet no sólo para la formación e información, sino también para las relaciones sociales, son casi ilimitadas. Todo un mundo de oportunidades que como siempre son un arma de doble filo.

Y es que lo cierto es que Internet, sus posibilidades de acceso a la información y de organización social, son o pueden ser una amenaza contra el «Sistema», una herramienta para el enriquecimiento personal e intelectual de la sociedad, un instrumento de cohesión social, un cauce que permite a las personas alcanzar la plena conciencia de sí mismos, y en definitiva un ventana que descubra al pueblo que todos (o muchos) de ellos ven al «Rey desnudo» y que no puede ser por tanto que todos ellos sean los tontos, que es el «Rey» (el sistema) quien es engañado por su sastre (la superestructura o élite social).

Pero también es cierto que, como todo, tiene su «lado oscuro» tan poderoso como su faceta positiva, como si de la imagen del espejo se tratara. La realidad es que las posibilidades que ofrecen las TICs para el control social, alcanzan cotas jamás soñadas por los tiranos pretéritos.

Según como se empleen, las nuevas tecnologías nos harán libres o esclavos, y es evidente cual es la postura del Poder en toda esta lucha de intereses.

Las mismas herramientas que usamos para comunicarnos pueden ser usadas para conocerlo todo de nosotros, tanto individual como colectivamente, sirven para manipular y para distraer, y por supuesto para generar la corriente de opinión políticamente correcta, el pensamiento único socialmente admisible, la moral aceptable que marca el estrecho camino que a diestra y siniestra balizan hasta que el ganado solo puede caminar en fila india desde el establo al matadero intelectual.

Al igual que han logrado lenta pero inexorablemente prostituir todos y cada uno de los medios que la sociedad ha descubierto a lo largo de la Historia para que sirva a sus fines, se esfuerzan por reconducir las posibilidades de las nuevas tecnologías.

Para muestra un botón, el desarrollo tecnológico de la televisión, su expansión en canales, su transición a la TDT y luego a la televisión «pseudointegente», en lugar de enriquecer nuestras vidas y trasladarnos a nuevas experiencias enriquecedoras, mostrarnos el mundo, la historia y la realidad, con un realismo en alta definición, sirve para entretener a la gente en el circo romano del sálvame y el gran hermano, para atontar a los niños deslumbrados ante dibujos animados sin sentido alguno (en el mejor de los casos, porque cuando lo tienen no son nada edificantes).

Qué diferencia con la calidad de la televisión de hace años, mucha menos variedad pero todo calidad, información y educación (en todos los sentidos). Y cuando no interesaba lo que había… siempre quedaba un libro que leer o alguien con quien hablar.

No puedo comprender como las nuevas generaciones que tienen a su disposición todas las herramientas para descubrir el mundo, para entenderlo, para dominarlo, son incapaces de aprovechar las oportunidades que se les ofrece. Me es difícil entender tanta ignorancia juvenil y sobre todo tanto desprecio por el conocimiento.

Dicen que el saber no ocupa lugar y físicamente hoy es posible que así sea, estando todo en la nebulosa virtual de «ceros y unos». Pero atesorarlo y entenderlo (al menos en una mínima fracción), si que ocupa tiempo.

Ese tiempo que la sociedad hedonista del ocio nos anima a dilapidar en actividades recreativas poco estimulantes intelectualmente. Pareciera, que como si de juguetes se tratara, no fueran capaces de apreciar todo lo que se les ofrece ante la saturación de su estimulo, ante el hartazgo de los excesivo.

Para completar este desolador panorama, tenemos un sistema educativo que no aprovecha las nuevas oportunidades que ofrece la tecnología para el aprendizaje, y que además no enseña a los niños a aprovecharlas, ni les estimula para hacerlo por ellos mismos.

Es lógico, nuestro sistema educativo no se basa en la igualdad de oportunidades. En realidad pretende perpetuar un sistema basado en el dominio de las élites sociales, con una baja permeabilidad social, que dificulte el ascenso social, y mantenga un buen sustrato social que sirva dócilmente a los fines que se les ha encomendado. Una mediocracia nepotistica en toda regla

Panes et circenses. Así de sencillo definían los romanos el Gobierno sobre la plebe. Satisfacer las necesidades básicas, hacer dependientes al vulgo de la bondad pública y mantenerlos entretenidos con espectáculos públicos.

Pasados 20 siglos, todo sigue igual. Entretener al pueblo es la forma de evitar que dediquen su tiempo a pensar. Cuando esto no es suficiente, siempre hay otros métodos, la religión, la ideología, los enemigos externos…. y sobre todo ello la manipulación y el control del conocimiento y la información.

Desde este punto de vista, las modernas TICs son, o debieran ser, una poderosa amenaza para el sistema. De hecho en cierta medida lo son. No pocos toman conciencia de realidades mas allá de los partes oficiales de los mass media a concesión del Estado, muchos superan con ojo crítico las tentaciones del pret a portet ideológico, del fast food intelectual a golpe de tuit, retuit y pásalo, que abaratan el coste de pensar por sí mismos y les permite disfrutar vidas que otros dirigen como si viajaran relajadamente de pasajeros en un avión.

Sin embargo al final no son más que una molesta e incómoda minoría que es mal vista tanto por quienes prefieren vivir su vida mansamente al resguardo de la manada, como por quienes pastorean el rebaño y para quienes no son más que incómodos maverick a los que vigilar para que no alteren al resto del rebaño

Pero los ciudadanos concienciados no son el único enemigo del sistema, ni los únicos que buscan aprovechar las armas a su alcance. El terrorismo, la delincuencia organizada y todo tipo de asociales e inmorales vagan por las TICs esperando sacar el mayor beneficio de las nuevas herramientas convertidas en armas de destrucción social masiva.

Al final en la lucha entre quienes nos enjaulan en espaciosas celdas con paredes de cristal y quienes simplemente con quieren encadenar unos a otros bien prietos, los que tenemos las de perder somos los ciudadanos. Entre la excusa y la realidad, hay un amplio margen en el que justificar la necesidad de impedir, limitar, restringir, o manipular la información, siempre por supuesto en nuestro beneficio, por nuestro bien que es el suyo en realidad

«No hace falta quemar libros si el Mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe». Qué gran verdad. Pero la realidad es otra, «No hace falta quemar libros si el Mundo empieza a llenarse de gente que RENUNCIA a leer, que no SE PREOCUPA por aprender, que no QUIERE saber».

Llénalos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse

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