Título

3 tardes de Economía
Jose Federico Villamil Calva
EL PIB COMO INSTRUMENTO DE MEDIDA DE LA ECONOMÍA
Extracto del libro 3 Tardes de Economía
No se pueden alimentar hambrientos con estadísticas
David Lloyd George
¿Como se mide la economía, se compara su evolución temporal y con respecto a otros países? El método más habitual es comparar el Producto Interior Bruto (PIB), y su derivado el PIB per cápita, es decir el valor relativo de dividir el PIB total del año entre el número de habitantes.
Se puede definir el PIB como la magnitud macroeconómica que expresa el valor monetario de la producción de bienes y servicios de demanda final de un país, o área geográfica, durante un periodo de tiempo determinado. Hay otros agregados económicos dentro de la contabilidad nacional, especialmente la Renta Nacional, cada uno con su significado y valor, pero el PIB suele ser la referencia estándar para intentar valorar la capacidad económica de los países y su evolución en el tiempo.
Existen diferentes formas de calcularlo. El más fácil de entender es el método del Gasto. Es decir, sumar el valor de todas las compras realizadas de bienes y servicios finales, que incluye el consumo (C), la inversión (I) el gasto público (G) y las exportaciones (X), restando las importaciones (I)
PIB = C + I + G +X -M
En el próximo capitulo se desarrollará más estos conceptos y su relación e importancia en el desarrollo económico
Hay otros métodos como el del valor añadido, es decir calcular las ventas en lugar de los gastos, o el método de las rentas percibidas por los diferentes agentes económicos, asalariados, resultados de explotación e impuestos indirectos netos.
En todo caso su cálculo es muy complejo y a veces subjetivo, haciendo que las mediciones difieran a veces de forma muy sustancial según la institución de lo calcule.
Sin embargo, la medición del PIB adolece de un problema que dificulta la comparabilidad entre países, el tipo de cambio.
Cada país calcula su PIB en función de los costes o gastos realizados en su moneda oficial. Cada moneda tiene un valor relativo en relación a otras los cual hace difícil, por no decir imposible su comparabilidad. Por ejemplo, si nos dicen que el PIB de Marruecos es de 1.061 millones de dirham, no podremos compararlo con el PIB de Argelia de 21.231 millones de dinares. Para ello debemos encontrar una moneda común de referencia, en nuestro caso podemos usar el euro. Así, resulta que el PIB de marruecos en 2020 sería de 112,9 millones de euros y el Argelia 145,2 millones de euros.
Normalmente y para establecer comparaciones a nivel mundial se suelen transformar en dólares. Sin embargo, todo este proceso de normalización tiene un problema, los valores de las diferentes monedas con respecto al dólar depende del tipo de cambio, y este generalmente depende se mercado cambiario, que fluctúa según la oferta y demanda de cada moneda, es decir de la necesidad o deseo de disponer de una moneda determinada. Como vivimos en un mundo globalizado donde la moneda más común de referencia en el comercio exterior es el dólar, la cual por el gran poder económico de EEUU es además entendida como una moneda de refugio de los ahorros, especialmente en países con monedas débiles y alto riesgo de devaluación por inflación, y por ello especialmente apreciada y requerida. Ello hace que incluso a veces haya 2 tipos de cambio respecto al dólar, el oficial y el del mercado negro.
Por ejemplo, imaginemos un país que decide reformar su mercado monetario para acabar con la inflación, y crear una nueva moneda que sustituya a la anterior que se valoraba al cambio con el dólar a 1.000.000 a 1, y a la que llamaremos “peso” estableciendo un cambio de un peso por un dólar, y cambiando la moneda antigua por la moderna al tipo de cambio oficial que tenía con el dólar.
En un principio ambas monedas tienen el mismo valor. Pero el país al ser deficitario en su comercio exterior necesita más dólares que los que recibe por sus ventas a otros países y pronto el valor se reduce a 2 pesos por 1 dólar. Además, mucha gente con ahorros prefiere guardar sus ahorros en dólares en lugar de en pesos por miedo a la posible inflación y ello hace que siga depreciándose hasta el valor de 3 pesos por un dólar. Sin embargo, la inflación “sólo” aumenta un 100%. De esta forma el valor de la moneda en el mercado interno esta infravalorada en un 50% respecto al dólar. De esta forma, si el pan se compraba a un peso que equivalía a un dólar, al cabo del tiempo cuesta 2 pesos, que representarían 0,66 dólares (2 pesos por pan /3 pesos por dólar). Si sumamos el valor de todos los bienes y servicios producidos en el país, pasará exactamente lo mismo. El PIB expresado en dólares en lugar de crecer pareciera que se ha reducido un 33% sobre la realidad.
Esto hace que el valor del PIB en dólares de muchos países con sus monedas altamente depreciadas con respecto al dólar, genere una imagen distorsionada de su verdadera capacidad económica al ser comparada en dólares. De hecho, la alta variabilidad de los tipos de cambio de algunas monedas, por ejemplo, en países dependientes de la exportación de materias primas, cuyo valor puede fluctuar mucho entre varios periodos, apreciando o debilitando su moneda, genera habitualmente situaciones en las que el PIB del país, una vez descontada la inflación, crezca, pero al ser transformado en dólares sea apreciablemente inferior.
Es algo que incluso observamos en la Europa del euro, donde el valor del euro se ha ido depreciando progresivamente haciendo que el valor del PIB y el PIB per cápita de los países haya disminuido en relación a de EEUU, sin que ello haya representado una caída de la actividad económica o la capacidad de compra de los ciudadanos europeos.
Para ello, cada vez se usa más un nuevo parámetro que es el PIB a paridad de poder adquisitivo (PPA). Este método de cálculo del PIB busca corregir la distorsión que representa la subvaloración de la moneda de cada país con respecto al dólar, ajustando así el valor de los bienes y servicios producidos al verdadero poder adquisitivo en el mercado interior del país. En el ejemplo anterior, si el pan en EEUU vale 1 dólar, y en el otro país 2 pesos, que representarían 0,66 dólares, Si un estadounidense ganara 1.000 dólares, un nacional del país del ejemplo 2.000 pesos, el valor de su sueldo seria de 660 dólares, pero sin embargo ambos podrían comprar la misma cantidad de pan. Es por ello que hay que ajustar el valor de los bienes y servicios a la verdadera capacidad adquisitiva del país.
Un ejemplo: Consideremos 3 países europeos
Se puede observar claramente la diferencia entre el PIB calculado directamente sobre la conversión directa a dólares del valor de los bienes y servicios en la moneda del país, el euro y el rublo, con el valor estimado de los mismos sobre la base del poder adquisitivo equivalente. Además, es evidente que esta diferencia es aún mayor en el caso de Rusia, donde llega a ser del 240%.
Sin embargo, incluso ajustando el PIB a la paridad de poder adquisitivo es difícil comparar diferentes economías, o al menos su grado de desarrollo. Es evidente que el PIB de Luxemburgo en muy inferior al de Nigeria. Pero un país tiene 325 veces menos población que el otro. Por tanto, es importante conocer el PIB per cápita, es decir dividir el PIB entre la población. En ese caso anterior observamos que, si bien Rusia genera bienes y servicios por un valor ajustado más del doble que España, produce, al menos en teoría, un 50% menos por habitante.
Pero aún hay otro problema. El PIB sólo mide al valor de los bienes y servicios producidos en la economía “visible”, es decir aquella de la que quedan registros administrativos. Sin embargo, hay una gran parte de bienes y servicios que no son medidos por esta magnitud.
Trabajos realizados “en negro”, es decir sin factura o nomina oficial. Sean en su totalidad o parte. Evidentemente este tipo de trabajos se pagan en efectivo con dinero al margen de control oficial.  Una parte se acaba incluyendo dentro del PIB, mediante estimaciones en los paises occidentales, sin embargo es difícil precisar todo su peso, y dudoso que muchos paises usen las mismas técnicas, perdiéndose capacidad de comparabilidad
Trabajo de las amas de casa. Puede generar una fuerte distorsión de la vez que representa una falta de reconocimiento a un trabajo necesario y muchas veces fundamental especialmente en el entorno de familias con hijos.
Autoconsumo. Una multitud de actividades que uno puede realizar por sí mismo o pagar porque se la hagan. Por ejemplo, un cambio de aceite o reparación de un vehículo, el consumo de productos agrícolas de una huerta particular, llevarse la comida al trabajo en lugar de comer un menú del día. A mayor renta disponible, mayor posibilidad de “externalizar” la realización de tareas que uno pudiera realizar por uno mismo, aumentado aún más el PIB. Además, puede haber también un componente cultural en la forma de decidir consumir o autoconsumir determinado bienes y servicios, desvirtuando aún más la comparabilidad del PIB de diferentes países.
Trabajo en beneficio de familiares dependientes. Otro tipo de trabajo fundamental, y que en muchos casos de no ser llevado acaso por esas personas que sacrifican su vida y muchas veces su propia carrera profesional, debería ser llevado a cabo por la Administración con un elevado coste, que entonces sí contabilizaría como servicio producido.
Multitud de trabajo de voluntariado y voluntarioso. Hay gran número de actividades realizadas en beneficio de la sociedad, pero sin reflejo económico. Imaginen algo tan sencillo y discreto como que alguien acerque desinteresadamente a su vecina impedida al hospital, en lugar de tener que llamar a un taxi o a una ambulancia.
Actividades delictivas o marginales, como la prostitución o tráfico de drogas. Evidentemente este tipo de actividades no dejan “factura”, ni normalmente registro bancario.
La intensidad de este tipo de actividades puede variar sustancialmente entre unos países y otros según diversas circunstancias como son las costumbres o grado se sociabilidad, el nivel de implantación o grado de control de la Administración, o la pura necesidad de supervivencia. Por ejemplo, la forma de vida mediterránea es más propicia a que la gente se ayude mutuamente desinteresadamente y sin reflejo monetario que por ejemplo los nórdicos, más fríos, distantes e individualistas, debiendo por tanto los servicios sociales complementar esas necesidades no cubierta, por la comunidad, eso sí, con reflejo contable y gasto público que generosamente están dispuestos a pagar. Todo ello puede distorsionar enormemente la imagen fiel de PIB y sobre todo dificultar su comparabilidad.
Pero aún hay otras consideraciones que cuestionan la utilidad de simplificar la valoración de la capacidad económica de los países por la mera contabilidad del valor de sus bienes y servicios producidos.
Por ejemplo, el valor de los bienes y servicios no siempre es comparable entre países. Así, en EEUU, con su sanidad privada, los gastos sanitarios son elevadísimos, Los médicos pueden llegar a ganar cantidades muy elevadas, y un día ingresado en un hospital puede superar la nómina mensual media que cualquier trabajador sin seguro sanitario. Sin embargo, en otros países dicho coste sanitario, a igualdad de servicio y resultados, es muy inferior, incluso en un orden de magnitud. No hablemos de otros sectores como el jurídico o financiero, donde en determinados países se pueden facturar cantidades ingentes por hora imposibles de imaginar en otros países con similares niveles de desarrollo. Y eso sin considerar como se valoran servicios como las ganancias de decenas de millones de euros que obtiene un deportista, actor o famoso, y en qué medida dichos bienes aportan valor añadido a la sociedad. Este tipo de desequilibrios que hacen que determinados sectores o individuos obtengan rentas desmedidas por sus “servicios” pueden distorsionar también la valoración del PIB.
El problema, por tanto, es el grado de comparabilidad de los bienes y servicios generados en cada país y su valoración. Se supone que un mayor PIB, especialmente per cápita, representa una mayor producción y consumo de bienes y servicios y por tanto una mayor disponibilidad y disfrute de los mismo por parte de los ciudadanos. Pero ello, como hemos visto, no siempre es cierto, ya que no se mide la cantidad o calidad de bienes y servicios recibidos, sino su precio, o mejor dicho, su valoración a precios de mercado, cuando existe dicha valoración. Además, tampoco mide el grado de adecuación a las necesidades de la población o su verdadero deseo de disponer de ellos. Por ejemplo, imaginemos un territorio donde debido a un envenenamiento de las aguas, una parte de la población recibe costosos tratamientos médicos que representan la mitad de PIB. Son necesarios, pero no proporcionan ningún tipo de satisfacción.
Igual pasa con la necesidad y valoración de muchos servicios y gastos públicos. En general el sector público es claramente ineficiente y en muchos casos ineficaz a la hora de gestionar los recursos que se ponen a su disposición. Ello hace que los bienes y servicios que facilita en gran medida tengan un coste desmedido o no competitivo y además no cumplan adecuadamente con los fines requeridos.
Por ejemplo, una plaza escolar en la escuela pública supone 6.379 euros, mientras en la concertada es de 3.249. Sin contar con que en general el rendimiento escolar además es superior en la escuela concertada. Por tanto, no sólo se paga más por un servicio facilitado directamente por la Administración, sino que además se recibe un peor servicio. Sin embargo, en la contabilidad nacional figura tan sólo el coste, no la calidad del servicio. Esta ineficiencia de la gestión pública y sus perniciosas consecuencias será desarrollada en el segundo libro de forma detallada.
De esta forma, un país con un sector público sobredimensionado y altamente ineficiente, creará una imagen distorsionada del PIB, dando la sensación de que es superior a la realidad. Por tanto, siempre es deseable considerar qué parte del PIB es debido al sector privado y cual al sector público.
Tampoco el PIB tiene en cuenta algunos factores fundamentales a la hora de determinar en qué medida la economía de un país contribuye al bienestar de los ciudadanos. Por ejemplo, dos países pueden generar el mismo nivel riqueza, pero luego su distribución o disfrute puede ser muy diferente. No es lo mismo que una minoría disponga de la mayor parte de la riqueza para su disfrute mientras la gran mayoría se muere de hambre, que haya una distribución más equitativa de la renta y toda la población, o la mayor parte alcance una elevada capacidad adquisitiva para disponer de los bienes y servicios que necesita o desea. Para poder evaluar el grado de equidad se han desarrollado diferentes indicadores como el Índice de GINI, el Índice de Desarrollo Humano o el porcentaje de pobreza.
Porque al final, el PIB solo establece la valoración a precios de mercado interior de los bienes y servicios, no determina ni su cantidad, ni su calidad, ni de que clase son, ni en qué medida satisfacen las necesidades de la mayoría de la población o solo de una élite. Es decir, es un concepto adaptado a medir las magnitudes de los países occidentales, con muchos matices, pero que no se ajusta a la realidad de los países en vías de desarrollo, o con otros modelos de economía, y cuya comparabilidad es muy relativa.
Sin irnos a países en vías en desarrollo, podemos continuar con el ejemplo comparativo de Rusia con relación a dos países de la UE, España y Alemania.
Cada país representa un modelo de economía muy diferente y por tanto es interesante determinar en qué media el PIB se ajusta a la realidad según cada modelo productivo.
Además, nos permite hacer un análisis inicial de la realidad española que desarrollaremos posteriormente en este libro y en el próximo, más centrado en los problemas que dificultan nuestro desarrollo económico.
Como pudimos observar, lo primero que se nota es la gran diferencia entre el PIB nominal a precios de mercado, resultado de convertir la moneda oficial a dólares, con el PIB a paridad de poder adquisitivo, es decir descontado los efectos de sobre apreciación del dólar respecto al rublo. Pero incluso así la imagen parece engañosa. Rusia en renta per cápita sigue pareciendo mucho más débil que Alemania y España. Sin embargo, los niveles de pobreza Gini y desarrollo humano no son peores que los occidentales, e incluso a veces mejores, deshaciendo el mito de que la mayoría de los rusos son pobres a expensas de una minoría de oligarcas multimillonarios.
Pero el problema es cómo medir la producción de países con modelos productivos tan diferentes. En Rusia tiene gran peso el sector industrial (casi el 35% de PIB), especialmente las industrias pesadas y extractivas, en detrimento del sector servicios. Alemania también tienen una potente industria 27,1% pero predomina el sector servicios. España sin embargo es un país básicamente y servicios, que genera 3/4 partes del PIB, de las que una parte significativa procede de su hipertrofiado sector público, que representa el 50% del gasto total, y es de muy difícil cuantificación del valor real de su producción.
Sin embargo, es difícil explicar cómo el sector primario ruso, representando tan solo el 2,6% del PIB frente al 2,9 del español, puede ser uno de los principales productores y exportadores mundiales de numerosos productos agrícolas. Si suponemos que la economía española es casi la mitad de la rusa a paridad de poder adquisitivo, hubiera que suponer que su producción agrícola fuera un 55% de la rusa, algo difícil en creer. Es evidente que hay una sobrevaloración de la producción agricultura en la UE o infravaloración en la economía rusa. Seguramente sea causa de las subvenciones agrícolas europeas. Es muy posible que ese mismo efecto se produzca en otros sectores, haciendo muy difícil la valoración de la producción de bienes y servicios tan solo en base a su valoración a precios de mercado en cada país.
Además, hay que considerar otros dos factores relevantes. El déficit público, que supone que el 10% del PIB se financie con deuda exterior, y el déficit comercial. Ambos problemas distorsionan la imagen fiel del PIB y generan problemas que condicionan enormemente las oportunidades de desarrollo económico del país.
Otro elemento que debe ser valorado a la hora de establecer el grado de desarrollo económico de un país y la imagen fiel que muestre su PIB de su realidad económica, es el nivel de desempleo y su fuerza laboral, especialmente considerando su tasa de actividad. Si comparamos la fuerza laboral en activo en Rusia, más de 72 millones con la española, menos de 20, significa que multiplica por 3,6 veces la española, mientras su PIB apenas duplica al español. En el caso de Alemania es un 75% superior. Y además en gran medida dedicada al sector industrial. Para que el PIB que se le atribuye fuera cierto, hubiera que suponer que su productividad es un 80% inferior a la occidental, algo difícil de creer.
Más útil puede ser, dentro de los errores más o menos interesados de las fuentes, el crecimiento del PIB como indicador de la “salud” de la economía de un país, siempre considerando que los países menos desarrollados debieran tener un mayor margen de crecimiento que los más desarrollados. Ademas, hay que tener en cuenta el efecto de la inflacción y por tanto usar el PIB nominal en  lugar del PIB real, para ver la verdadera evolución del crecimiento economico de los países
Por todo lo expuesto, creo que se debe ser muy cuidadoso al valorar el nivel económico de un país, tan sólo por su producto interior bruto, pues este puede estar muy desvirtuado según la forma en que se valore internamente el valor de determinados productos y especialmente servicios, sobre todo cuando estos son servidos por el sector público, mucho menos productivo, siendo generosos.
En el caso de España ello es especialmente significativo, e incluso mucho más evidente que en otras economías occidentales, y debe ser adecuadamente considerado para poder hacer el adecuado diagnóstico de la realidad económica, sus causas y posible solución.
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