Sobrevivir al apocalipsis zombi. Cuando pensar se convierte en un peligro

Buscar  la verdad  y desmontar la mentira

El objetivo de todo librepensador es la búsqueda de la verdad en el sentido más amplio del término. Para ello, debe desbrozar los hechos de las espinas del engaño y los sesgos que distorsionan y difuminan la realidad.

Sin embargo, es más fácil descubrir el engaño que encontrar la verdad. No debemos obsesionarnos con llegar a ella, pero sí apasionarnos por buscarla. El mayor error es buscar atajos hacia la verdad, ya que nos conducen al engaño y, lo que es peor, al autoengaño.

Además, la verdad es como un puzle compuesto por numerosas piezas que hay que buscar entre muchas otras que no pertenecen al mismo.

Si no encontramos las piezas adecuadas, y las sustituimos por otras, aunque encajemos las piezas, el puzle no nos dará la imagen real que debíamos encontrar.

Mucha gente tiende a forzar las piezas para que encajen, obsesionados por llegar a la verdad, y de esta forma la distorsionan. En muchos casos, son engañados por su propio esquema de creencias previo o que van perfeccionando a medida que se alejan de la verdad.

Por tanto, no se puede forzar la verdad ni buscar atajos sin perder el contacto con la realidad y acabar esclavizados por emociones y creencias.

La verdad «es», independientemente de si la conocemos o no, o de lo cerca o lejos que estemos de ella. Tener la razón o alcanzar la verdad solo es útil y necesario si podemos o sabemos sacar provecho de ella.

En muchos casos, no es necesario llegar a la verdad para poder tomar decisiones racionales. De hecho, es mejor tomar decisiones en condiciones de incertidumbre que bajo premisas falsas.

Por tanto, en lugar de establecer categorías absolutas de verdad y mentira, y arraigarlas profundamente en el cerebro, dificultando su eliminación, es mejor establecer categorías relativas al procesar la información y generar conocimiento.

Así un hecho puede estar comprendido en un arco entre lo seguro y lo imposible que comprende:

  • Seguro
  • Probable
  • Posible
  • Improbable
  • Imposible

Esta escala subjetiva puede incluso dividirse en subcategorías, de forma que por ejemplo la categoría probable se divida en:

  • Muy probable
  • Probable
  • Menos probable

También se puede establecer una escala numérica, por ejemplo, del 0 al 10, representando los extremos como las categorías de «imposible» y «seguro».

Estas categorías permiten clasificar la información en función de su grado de verosimilitud, aceptando así mucha más información que, en condiciones de valoración absoluta (verdadero-falso), se hubiera desechado.

Es importante que la clasificación de la información y el conocimiento sea revisable, de manera que pueda fluir de una categoría a otra según la nueva información refuerce o cuestione su veracidad.

Todos estos ajustes de los parámetros de la ecuación suponen a su vez la necesidad de revisar también las conclusiones a las que conducen.

De esta forma, el análisis de la información se deberá realizar y revisar en condiciones de incertidumbre, asignando probabilidades a cada evidencia, lo que dará lugar a conclusiones condicionadas y más o menos verosímiles según la cantidad y calidad de la información disponible.

El hecho de no dar por cierto ningún conocimiento, salvo evidencia incontrovertible, impide que asentemos ese conocimiento como creencia, fomentando así mantener la mente abierta a nueva información y evitando el tan habitual sesgo de confirmación, y la falacia de la información incompleta.

Además, no asentar de forma definitiva el conocimiento como verdad indiscutida anima a seguir buscando información para aumentar la evidencia, o simplemente a seguir reevaluándola al encontrarla de forma accidental.

De esta manera, se incrementa la cantidad de conocimiento adquirido debido al inconformismo de «cerrar carpetas» definitivamente.

Todo esto también contribuye a mantener la perspectiva y no dejarse llevar fácilmente por la manipulación y el engaño.

Además ayuda a desarrollar un tipo de lenguaje mucho más cauteloso y prudente al tratar determinados asuntos. En lugar de hacer afirmaciones absolutas que, de mostrarse falsas, puedan deslegitimar el discurso y, en general, al autor ante los demás, es mejor usar categorizaciones que no establezcan posiciones absolutas, lo que permite mejorar tanto la percepción del receptor como evitar quedar atado a afirmaciones falsas o erróneas.

Un «es posible» o «es probable» generalmente brinda más información certera que una afirmación o negación categórica. Además, deja abierta la puerta para seguir desarrollando el concepto según la nueva información disponible lo permita.

Por todo ello, también es más valioso y útil buscar y analizar la información que contradice aquello que se postula que simplemente alimentar el sesgo de confirmación.

Una forma indirecta de acercarse a la verdad es poder refutar también las doctrinas que contradicen las propias teorías. Aunque esto puede no confirmar la veracidad de las mismas, al menos puede mostrar sus fallos, sean parciales o totales, que pueden requerir su revisión, reformulación o incluso descarte.

Por tanto, no es conveniente obsesionarse con determinar la verdad de los hechos hasta el punto de desvirtuarlos, pero sí es importante esforzarse por ir desentrañando esa verdad, permitiendo que las piezas vayan encajando unas con otras para formar la imagen real del puzle.

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