Título

3 tardes de Economía
Jose Federico Villamil Calva
LOS VERDADEROS OBJETIVOS DE LA ECONOMÍA
Extracto del libro 3 tardes de Economía
No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados
Adam Smith
Tradicionalmente, se ha establecido de forma sencilla que el objetivo de la economía, como ciencia social, es lograr el desarrollo económico mediante un crecimiento estable y sostenido que a su vez permita la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos.
A este respecto podemos contraponer dos sistemas económicos opuestos y radicales, el absoluto capitalismo radical y liberal, que preconizaría que el mercado, y sólo el mercado, debe establecer de forma natural el equilibrio entre la oferta y demanda, tanto el tipo de productos, la cantidad como el precio, y el comunismo planificado, que sugiere que el Estado establezca tipos de producto, cantidades, precios y reparto de los bienes y servicios.
Normalmente la realidad económica se encuentra en algún punto intermedio entre ambas teorías. Sin embargo, es evidente la cada vez mayor intervención de los Estados, cualquiera que sea el modelo o ideología en la actividad económica, incluso en países democráticos del mundo libre. Ello es una evolución histórica que se debe a diferentes factores que se irán desarrollando en el libro, y que crean cada vez mayores distorsiones en las economías autodenominadas libres, que están llevando al colapso a las economías europeas cada vez más alejadas de la economía real y de los principios que deberían sustentarla. Todo ello es la causa de la mayoría de los cambios sociológicos y políticos que estamos sufriendo últimamente y que parecen estar preparando a la sociedad occidental para el tránsito a un nuevo modelo económico denominado “4ª revolución industrial”, y que anuncian con el atractivo nombre de “Gran Reinicio”, sin explicar que el “Reinicio” siempre supone perdidas, las cuales pretenden que asuman la mayoría social, mientras una minoría refuerza su poder económico y social.
Profundizando un poco más los objetivos reales de la economía son algo más complejos y a veces menos idealistas que, “hacer feliz a la gente”.
El poder de las naciones.
Todo organismo tiene a la larga un instinto de supervivencia que le lleva pretender ser lo más grande y poderoso posible. Ello es válido para todo tipo de organizaciones sean biológicas o complejas organizaciones creadas por la Humanidad. Es algo que podemos ver a lo largo de la Historia, y es evidente en cualquier empresa o institución, pública o privada. Siempre tenderá a intentar crecer y aumentar sus recursos, incluso hasta perder los propios fundamentos de su razón de ser.
Las naciones, como formas complejas de organización humana, por supuesto también tienen idéntico instinto de supervivencia. Desde la antigüedad la Historia nos muestra como unas naciones se imponen a otras y las conquistan junto con sus recursos. Ejemplo de esto es cómo, alrededor de los lugares del planeta con mejores condiciones para el desarrollo de la agricultura y la ganadería, el Tigris, el Éufrates o el Nilo, que permitían un rápido aumento de la población sostenible en el entorno, se crearon grandes civilizaciones con millones de personas que crearon grandes y poderosos imperios que al debilitarse eran rápidamente sustituidos por otros. Todos ellos con el mismo fin: apropiarse del mayor número posible de recursos que les permitiera sostener su posición de poder económico y social. Esta relación entre recursos y poder hasta no hace tantos años se fundaba en gran medida en el poder agrario, y la necesidad de tierras fértiles para alimentar a más población, dado que el recurso humano era fundamental para establecer la verdadera potencia económica y militar de las naciones.
Esta tendencia de lucha por los recursos y obtención de poder, ha continuado durante milenios hasta el día hoy. Cuanto mayor es el poderío económico de un país, mayor es su apetencia por los recursos ajenos, el sentimiento de resentimiento o amenaza de sus vecinos, y también la tentación de usurpar su riqueza, y por tanto el propio sentimiento de inseguridad o necesidad de fortalecerse.
Este sentimiento de amenaza puede materializarse en riesgos de diversa índole, tanto económicos como sociales o militares, a veces profundamente umbilicados. Es por tanto inevitable que toda nación busque aumentar su poder económico, y llegado el caso militar, como forma de sentirse más capaz de impedir la injerencia extranjera en su soberanía.
Favorecer los intereses de las élites.
Desde el inicio de la organización social de la Humanidad en naciones, se crearon élites sociales que acaparaban la mayor parte de la riqueza y de los medios de producción, y generalmente a través de ese poder dirigían la vida política y social de forma directa o indirecta.
Toda élite económica tiende inevitablemente a pretender el control social de la población. Es más, suelen considerarlo su derecho y a veces cínicamente su deber. Las formas en que se materializa este control han variado según los periodos históricos y regiones. A veces es más evidente y directo, y otras puede alcanzar formas muy sutiles como ocurre hoy en día con el globalismo, su influencia social a través del totalitarismo del pensamiento débil, y su control de los medios de comunicación, y el sistemas educativo y cultural.
Evidentemente con este control pretenden por un lado favorecer sus intereses y por tanto su capacidad de acumular riqueza, pero por otro es una forma de protegerse, de sentirse seguros, evitando que otros puedan intentar arrebatarles sus recursos, sea por su ascenso económico y social, o por vía de la violencia, especialmente la revuelta social de las clases más desfavorecidas.
En todo caso, el control que las élites pretenden imponer sobre la economía en su beneficio, no siempre tiene que ser perjudicial per se, para el resto de la sociedad. Es evidente que la compleja organización económica y social precisa en muchos casos de grandes inversiones y organización, que sólo puede darse en condiciones que incentiven la iniciativa y la gratificación del riesgo y la innovación. Ese ha sido el gran éxito del modelo capitalista y la razón del fracaso del modelo comunista. Si no se incentiva y premia la iniciativa, e incluso la ambición de quienes están dispuestos a arriesgar y emprender, o simplemente mejorar su nivel de vida, no hay desarrollo económico. Si no hay innovación, avance tecnológico, o mejora de la productividad, a la larga  no hay desarrollo económico y prosperidad.
Satisfacer necesidades sociales.
Estas necesidades sociales se pueden entender y materializar de muy diferentes formas. Estas necesidades o su percepción pueden variar enormemente entre países por razones culturales, ideológicas o de organización política y económica,
Así una economía comunista o populista puede entender la necesidad de libertad o seguridad económica de forma muy diferente a como la entendemos en los países occidentales. Y dentro de los propios países occidentales muchas veces estas necesidades sociales se entienden más desde una perspectiva demagógica que real
Ordenación del sistema productivo.
Existen una gran variedad de bienes y servicios que pueden ser producidos para una gran variedad de finalidades. En el libre mercado se supone que el mercado se regula solo. Pero en la realidad el Estado influye decisivamente en la forma en que se emplean los recursos productivos y como se distribuyen los bienes y servicios entre la sociedad.
Garantizar la estabilidad y confianza en la economía. 
La economía es en gran medida una cuestión de ánimo y de confianza. Uno de los problemas más grandes de la economía son los ciclos económicos que provocan periódicas recesiones económicas que generan incertidumbre. Es deseable moldear el crecimiento para que este será lo más lineal y continuo posible, evitando esas ondulaciones, que en gran medida se deben a la especulación y la falta de confianza en los responsables de dirigir la economía, y sus periódicos cambios de criterios por razones ideológicas demagógicas o de interés personal o de ciertos agentes económicos.
Maximizar el uso de los recursos
Las naciones necesitan recursos con los que generar los bienes y servicios para colmar las necesidades de la población y favorecer el propio desarrollo económico y social.  Tradicionalmente se ha establecido que existen 3 tipos de recursos fundamentales, tierra, trabajo, y capital. A estos se les puede añadir un 4ª que sería la organización, entendido como las técnicas y recursos que permiten la planificación gestión y coordinación de los otros 3 factores, tanto a nivel microeconómico, el día a día de las empresas, como macroeconómico, a nivel institucional, creando las condiciones adecuadas para desarrollo empresarial.
El concepto de tierra como recurso debe ser entendido en un sentido amplio, como los recursos naturales a disposición de la Nación. Incluyendo las tierras de cultivo, bosques, recursos hídricos y mineros. Incluso, en mi opinión, el clima.
El concepto de capital engloba a todas las inversiones en infraestructuras y herramientas necesarias para el desarrollo de la actividad. Estas infraestructuras, cuando hablamos de la economía de un país, deberían englobar tanto las de uso público como privado, que sirvan para facilitar la actividad económica. Además, se debería incluir dentro de este apartado la inversiones intangibles y no materiales que también son necesarias para el desarrollo de la actividad económica, como es fundamentalmente la educación y formación profesional e incluso determinados servicios públicos que garantizan el orden, la seguridad física y jurídica y la salud.
El trabajo engloba a los recursos humanos, la población activa que trabaja o potencialmente puede hacerlo. Este recurso es el que debe crear los bienes y servicios que deben ser puestos a disposición de la sociedad mediante el uso de los dos anteriores.
De estos recursos, son los recursos humanos los más importantes de los que dispone una nación, cualquiera que sea su modelo productivo. Además, cada vez es más importante que esta mano de obra tenga una alta cualificación profesional para ser capaz de atender a los complejos procesos productivos y organizativos de las diversas actividades de la moderna sociedad postindustrial. En el caso de los recursos humanos, ello no sólo es una prioridad económica sino además social. No sólo facilitar trabajo suficiente a sus ciudadanos, sino también de calidad y que satisfaga sus necesidades psicosociales y económicas en la mayor medida de las posibilidades.
El objetivo económico de cualquier nación, debería ser lograr la mayor eficiencia y eficacia a la hora de usar los recursos a su disposición para obtener bienes y servicios que satisfagan tanto los deseos e intereses de los ciudadanos como la necesidades e intereses nacionales. En este punto conviene quizá aclarar la diferencia entre los conceptos de eficacia y eficiencia que suelen ser fácilmente confundidos, especialmente en la administración pública.
Por eficacia, entendemos la capacidad para lograr los objetivos fijados. La eficiencia por otro lado sería la capacidad para optimizar los recursos, obteniendo la mayor eficacia posible de los mismos, es decir lograr el objetivo con el menor uso de recursos. A modo de ejemplo, lograr que mejore el nivel de aprendizaje de los alumnos de una clase, poniendo un tutor personal a cada niño durante todo el periodo de escuela, puede ser eficaz, pero no eficiente.
El problema es que los recursos son siempre finitos y limitados, y las formas de emplearlos casi ilimitadas. Por tanto, elegir el uso que se da los recursos supone un coste de oportunidad, es decir, elegir unos a costa de desechar otros, y el objetivo de la economía debería ser buscar la forma más eficiente de usar esos recursos para maximizar el beneficio social de los mismos.
Como puede verse, el interés de los ciudadanos suele quedar muy lejos de los verdaderos intereses de la superestructura social a la hora de tomar las decisiones económicas que les influyen. Sin embargo, eso no significa que no deban tenerse en consideración sus necesidades, especialmente en los regímenes que se perciben democráticos, dado que es preciso obtener el favor de los votantes para poder sostenerse en el poder. Por otro lado, como se ha visto, hay otros objetivos de la economía que son tan legítimos, como el de “hacer feliz a la gente”, o al menos útiles y necesarios para garantizar la seguridad y la prosperidad de los estados nación y sus ciudadanos.
Sin embargo, ¿qué se entiende por satisfacer las necesidades de los ciudadanos? Es una cuestión difícil de contestar, dado que las necesidades varían entre diferentes personas y culturas, y además lo hacen en el tiempo. Existen numerosas teorías sobre las necesidades y su satisfacción. De ellas creo que la más importante a considerar es la de la pirámide de Maslow, que indica que existen diferentes tipos de necesidades ordenadas jerárquicamente:
Estas necesidades impulsan la conducta humana de forma y manera que no puede aspirarse a satisfacer las necesidades superiores sin tener satisfechas antes las de  más abajo.
Si nos remontásemos a la prehistoria, en las sociedades de cazadores recolectores, cada persona, grupo familiar o clan, debía satisfacer todas sus necesidades, fundadas sobre todo en la subsistencia y la seguridad. El desarrollo de la agricultura y la ganadería, permitió el desarrollo de sociedades progresivamente más complejas en la que cada vez más recursos humanos podían dedicarse a actividades ajenas a la mera supervivencia. Ello dio lugar progresivamente a la especialización del trabajo, y con ello el intercambio de bienes y servicios y la creación de sociedades cada vez más complejas, el uso de instrumentos indirectos reconocidos de intercambio como los metales preciosos que facilitaban el comercio, y con ello el inicio de las grandes civilizaciones. Con ello También llegó, el concepto de la propiedad privada, la desigualdad social y la creación de élites y castas, e incluso la esclavitud.
Por tanto, se supone que la economía debe dar satisfacción a las necesidades de las personas mediante bienes y servicios tangibles e intangibles, a la vez que evidentemente son las propias personas las que deben generar estos bienes y servicios, creándose así un intercambio de los mismos entre diferentes sujetos, debido a la especialización de la actividad humana. Con el tiempo, la actividad económica fue haciéndose cada vez más compleja y diversificada, requiriendo por tanto grandes acumulaciones de recursos productivos, técnicos y organizativos, así como infraestructuras para gestionar toda esa producción y servicios asociados.
La misión de los Estados-Nación, por tanto, debería ser crear las condiciones adecuadas para que esta compleja organización de la producción de bienes y servicios sea lo más eficaz y eficiente, aprovechando al máximo los recursos disponibles para lograr el cumplimiento de los fines económicos. Es evidente que cuanto mayor sea la capacidad de generar “riqueza” de una sociedad, mayor probabilidad de que una parte sustancial de la misma llegue a la mayoría de los ciudadanos, mejorando su calidad de vida y permitiendo así a estos progresar en la pirámide de Maslow hasta los niveles más elevados de satisfacción.
Por ello debemos añadir una variante o avanzar otro objetivo más allá de la pretensión de ver la economía, como un mero instrumento de proveer a los ciudadanos de bienes y servicios que satisfagan sus necesidades. De esta forma una economía verdaderamente próspera y avanzada debería ser capaz de lograr satisfacer las más elevadas necesidades sociológicas de la pirámide de Maslow a los ciudadanos ayudándolos a alcanzar la cumbre de la satisfacción de sus necesidades de autorrealización. Así, la economía, la macroeconomía, se convertiría en un instrumento de fomento del desarrollo personal de los ciudadanos añadiendo a la prosperidad material, la plena satisfacción de sus necesidades emocionales o al menos alcanzar las más altas cotas posibles dentro de las posibilidades de cada persona.
Sin embargo, esta pretensión no deja de ser una quimera que choca con los intereses de las élites sociales. Una sociedad de personas con altas cotas de satisfacción personal aportaría grandes beneficios al desarrollo económico, ya que serían más seguras de sí mismas, más innovadoras, emprendedoras, y dispuestas a mejorar siempre su desempeño profesional. Sin embargo, sería mucho menos controlables y manipulables. En realidad, a las élites les interesa que la gran masa social sea dependiente, y para ello han creado los modelos de “estado social” mal llamados del bienestar, que en realidad no son más que medios para impedir el ascenso social, limitando la libertad individual de los ciudadanos, quedando en manos de los Estados la mayor parte de las decisiones trascendentes de su vida. Algo que desarrollaremos a lo largo del libro.
Una cuestión fundamental a la hora de determinar el grado de satisfacción de las necesidades de los ciudadanos, es decidir cómo se determinan cuáles son esas necesidades y en qué medida se pueden considerar cubiertas. Es evidente que la definición de pobre no es igual en la India que en Noruega. Las necesidades que se consideran básicas y necesario cubrir, difieren según el grado de desarrollo de la economía. Ello se debe a medida que vamos logrando obtener nuevos bienes o servicios que satisfacen inicialmente nuestras necesidades, con el tiempo acaban convirtiéndose en meras necesidades, que no satisfacen por su posesión o uso, sino que generan insatisfacción cuando se pierden e incluso angustia la mera posibilidad o amenaza de perderlas. De esta forma la necesidad de nuevos o mejores bienes o servicios va creciendo progresivamente y por tanto la presión sobre el Estado para crear las condiciones necesarias para que estas pueda verse colmadas.
Al final, el principal objetivo de la economía debe ser lograr el pleno uso de los recursos disponibles con la máxima eficiencia, y su adecuada distribución entre la sociedad, para lograr el mayor bienestar social, garantizando la estabilidad y fomentando el crecimiento personal de los ciudadanos.
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