El feminismo y el sesgo cognitivo (un marco de referencia sobre la violencia intrafamiliar)
Este artículo fue publicado originalmente en 2018
El revolucionario demócrata Aleksandr Ivanovich Herze afirmó que “Se puede llevar por el mal camino a toda una generación, volverla ciega, conducirla hacia una locura y dirigirla hacia un falso objetivo. Napoleón lo demostró”.
Para cualquier analista, más fundamental que las cifras estadísticas es el correcto tratamiento de las mismas. Las cifras en bruto, las medias, los sesgos, las generalizaciones y las omisiones interesadas suelen dar como consecuencia conclusiones simplonas y engañosas, consciente o inconscientemente.
Uno de los mejores ejemplos de esto es el tópico de que las mujeres conducen mejor, porque estadisticamente tienen menos accidentes, conforme a los datos de las empresas de seguro. Sin entrar a valorar si ello es cierto, lo que es evidente es que no se puede concluir del dato aportado, dado que lo cierto es que hay muchas más mujeres que, teniendo carnet, no conducen nunca o casi nunca. La mayoría de los conductores profesionales son hombres, igual que lo son la mayoría de los profesionales cuyos trabajos exigen largos viajes y uso extensivo del coche. Y, en la mayoría de las familias, los viajes largos suelen realizarlos también los hombres. Para poder concluir algo sobre la calidad de la conducción en razón del género, si es que eso fuera de verdad algo de interés, habría que obtener el dato de accidentes por cada millón de kilómetros conducidos por cada sexo. E incluso ese dato sería sesgado, puesto que a mayor experiencia al volante menos probabilidad de tener un accidente. Habría por tanto que ajustarlo por percentiles de experiencia al volante.
Este problema a la hora de usar o manipular los datos de forma interesada es uno de los instrumentos fundamentales que el nuevo feminismo supremacista y excluyente de 3ª ola emplea para lograr sus fines.
Es difícil obtener cifras desagregadas de víctimas de homicidios en España, más allá de cuales han sido víctimas de los que se ha venido a denominar violencia machista.
Emplearé por tanto cifras de 2016, que bien pueden describir la realidad actual del problema de la violencia homicida en España.
Como puede observarse de la matriz, 4/5 de los asesinos son hombres, algo que es consecuente con la mayor tendencia a la violencia física del hombre con relación a la mujer. En todo caso, hablamos en ambos casos de anormalidades estadísticas, muy al extremo de la curva de Gauss. 0,001 % en el caso de los hombres y 0,00024% en el de las mujeres. La tasa general es del 0,8 por cada 100.000 habitantes una de las más bajas del mundo.
En cuanto a las víctimas, estas son mayoritariamente hombres, 63%. De hecho, ambos géneros matan mayoritariamente a hombres y no a mujeres. Si bien los feminicidios son más habituales entre las propias mujeres, 40% de los casos, frente al 35% en el caso de los hombres.
Respecto a la violencia intrafamiliar, solo representa el 28% de los asesinatos perpetrados por hombres, mientras que supone el 85% de las muertes causadas por mujeres. Es decir, la mujer tiende a ejercer la violencia en el marco intrafamiliar en proporción tres veces superior al hombre.
Desagregando los asesinados en base a su relación con el criminal, las parejas y exparejas representan el 70% de las víctimas de la violencia masculina y sólo 22,5% de la femenina. Ello implica que, en el caso de las mujeres, en el 77,5% de los casos las víctimas son otros familiares, sean menores (76% de los menores son asesinados por mujeres) u otros familiares.
Es decir, trasladan su violencia hacia aquellos que consideran más débiles e indefensos. Concretamente 13 menores y 35 familiares, generalmente ancianos. En total solo el 50% de la violencia intrafamiliar deviene en la muerte de la pareja o expareja, y lo que se viene denominando violencia de género solo representa el 40% de la misma, siendo en total el 20% del total de asesinatos demostrados.
Curiosamente la violencia de género argumenta la discriminación jurídica y legal de la mitad de la población, en la consideración de las mujeres, como conjunto homogéneo, que incluye a una mujer de 40 kg junto a la campeona de Europa de halterofilia, alegando su situación de inferioridad física y, se supone, emocional, dado que hasta un insulto alegado puede ser causa de ello. Sin embargo, una mujer tiene diferentes herramientas y apoyos para sustraerse de esa violencia. Un menor o un anciano no tienen esas herramientas ni capacidad emocional.
De hecho, a diferencia de la mujer maltratada que escoge, mal, pero en un acto de libertad, convivir con un sujeto violento, estos colectivos siquiera pueden elegir poder sustraerse a sus agresores, ni expost ni exante. Vistos así los hechos, ¿por qué se considera el género un agravante y no la edad? De hecho, de tratarse con el mismo celo los actos considerados violentos del hombre hacia la mujer, conforme a los test de maltrato tipificados, es probable que 90% de los menores fueran separados de sus progenitores.
Es lo que se llama sesgo cognitivo, que hace que las personas intelectual y emocionalmente subdesarrolladas no sean capaces de calibrar correctamente los riesgo y amenazas a los que se están expuestos, graduando de forma exagerada peligros absolutamente mínimos, mientras se exponen a otros infinitamente mayores.
Y me explico, 45 mujeres asesinadas dentro de su entorno íntimo, evidentemente es algo tan indeseable e indigno como el resto de 63 homicidios en el plano intrafamiliar o las otras 115 muertes en otras situaciones. Estadisticamente, tiene casi el doble de posibilidades de morir un hombre que una mujer por el crimen en este paraíso del macho heteropatriarcal, y más posibilidades de morir un niño o un anciano debido a su condición que una mujer.
Un asesino es un ser violento, con poca tolerancia a la frustración y, normalmente, psicópata e incluso psicótico. Este tipo de personas evidentemente ejercen su violencia homicida en su entorno habitual, cuando surgen determinadas circunstancias. Lo hacen cuando matan a un joven a la puerta de un pub porque se ha tropezado con él o cuando se enzarza en una discusión de tráfico, cuando está frustrado porque su equipo de fútbol ha perdido y se ensaña con un seguidor del equipo contrario que pasa por allí.
Pretender que gente capaz de semejantes actos no ejerza su violencia también en su ámbito familiar es una expresión de deseos que denotan un profundo alejamiento de la realidad. Un hombre o mujer con tendencias homicidas o psicopáticas, evidentemente, es más probable que desate su violencia con quienes interactuan más habitualmente. Es, por tanto, imposible lograr la meta de cero asesinatos, ni en el plano de las mujeres ni en plano general salvo que pudiéramos identificar a los hombres y mujeres potencialmente homicidas, preventivamente los segregáramos de la sociedad. Eso significaría separar a más de un millón de personas.
No obstante, a pesar de representar el crimen denominado machista tan solo el 20% de las muertes por asesinato, y una tasa de 0,0002% sobre la población femenina, se percibe como una autentica amenaza para todo el sexo femenino, generando lemas como “nos están matando”, “terrorismo machista”, “genocidio de género” o “los hombres nos matan”, que calan en entre la mentes más simples e influenciables generando un histerismo e histrionismo generalizado.
Por otro lado, las mujeres conviven con total naturalidad con una multitud de amenazas mucho más graves, a veces incluso potenciándolas con su actitud. Por ejemplo, miles de mujeres mueren de cáncer a causa del tabaco cada año. El nuevo argumento para seguir potenciando el supremacismo misándrico en España es que en los últimos 15 años han muerto mil mujeres a manos de sus parejas o exparejas.
Sin embargo, se obvia que han muerto otras 5.000 personas asesinadas, de ellas 4.000 hombres, con madres, hermanas, parejas e hijas, cuya vida, al parecer, es menos importante.
Se han suicidado 60.000 personas, de las que 45.000 son hombres. Cosa curiosa viviendo en el paraíso del heteropatriarcado, donde nadan en privilegios.
30.000 personas han muerto en accidente de tráfico y miles atropelladas, de ellos cientos o miles ciclistas, un colectivo 20 veces más pequeño que el de las mujeres, sin que nadie pida por ello que se prohíban los automóviles.
Y, lo que es más desgarrador, 100.000 mujeres han muerto a manos del mayor asesino de mujeres, el cáncer de mama, sin que las feministas hayan hecho el mayor esfuerzo en solicitar medios para reducir esta lacra. Me pregunto cuántos miles de mujeres salvarían la vida cada año si se dedicara el 10% del esfuerzo que se dedica a promocionar la ideología de género a la prevención del cáncer.
Es el problema de los números en términos absolutos. Sobre todo, cuando tratan de colectivos como son 46 millones de personas. En china cualquiera de estos problemas se magnifica de forma exponencial. Y si tratamos estos problemas a nivel global… Los datos siempre deben ser considerados en su contexto.
Es evidente que el grado de alarma de 45 muertes de mujeres por asesinos en España no tiene equilibrio con su trascendencia real. De hecho, cada año mueren 300 personas ahogadas, muchos de ellos niños, o más de 2.000 personas, hay que suponer por estadística que la mitad mujeres, por atragantamiento, sin que nadie se alarme y pida que el sistema educativo enseñe a nadar o más vigilancia en las playas. Siquiera que haga una campaña para sensibilizar del riesgo de atragantamiento y enseñar a mayores y menores la elemental maniobra de Heimlich. Simplemente esas muertes no importan porque no dan réditos ideológicos, políticos ni económicos.
El último asalto de esta batalla por domar las mentes débiles de la sociedad pasa ahora por generar en España, uno de los países más seguros del mundo, un clima histérico de inseguridad de las mujeres en los espacios públicos, aprovechando la lamentable muerte de una joven hace unas semanas.
Se dijo que salió a hacer running y el machismo la mató, que 9 de cada 10 mujeres sienten miedo al hacer deporte. Incluso se llegó a decir que había manifestado que un hombre la miraba raro y que si la mera denuncia de una mujer de la sospecha de algo similar supusiera la detención inmediata del hombre, esta se hubiera salvado. Todo ello, a más de inverosímil, luego se ha mostrado ser falso, ya que la propia joven se dirigió al criminal sin sospechar de su maldad. Detrás de esta preparación de la sociedad, está el siguiente paso en la discriminación por razón de sexo, reservar espacios públicos solo para mujeres. De ahí a la educación segregada franquista ya solo queda un paso.
¿Alguien se imagina una Ley que tratara de forma diferente una agresión de un blanco o un ario sobre un negro o un judío que a la inversa? ¿Alguien imagina que la palabra de un blanco y un ario se considerara veraz por encima de la de un negro o un judío?. Eso ya pasó y los procesos de criminalización de colectivos que justifican estos actos no difieren de los empleados por la ideología de género amparada en el sesgo cognitivo y la ignorancia de las masas idiotizadas.
Y es que aquí está el meollo de la cuestión, ¿por qué se quiere inculcar en la sociedad que este, y no otros mucho más graves, es el gran problema y prioridad número uno de la sociedad española, al punto de pretender que todo gire a su alrededor, educación, cultura, medios de comunicación, leyes, etc, al punto de ser tan importante como para justificar negar a la mitad de la población sus más fundamentales derechos recogidos en la Constitución?
Es más que claro que la instrumentalización de estas muertes sirve a un fin que comporta evidentes ventajas para determinados grupos de presión, entre otros económicos. Literalmente decenas de miles de personas se ganan la vida y lucran carroñando de estas muertes, provocadas no por los hombres como colectivo organizado buscando disciplinar a las mujeres, como si de las krypteiras espartanas se tratara, sino por seres inhumanos y violentos que representa solo 0,0001% de la población masculina. El objetivo es imponer una ideología hembrista, supremacista y misándrica, que no es más que el espejo del machismo histórico, que ahora tan solo es un recuerdo en las sociedades occidentales. Incluso se llega a justificar abiertamente este hembrismo, como una especie de revancha entre sexos.
Para ello no se duda en usar la posverdad, el buenismo, la simplificación, la manipulación, las medias verdades, las omisiones interesadas, la falsedad, los eslóganes simplones que repiten como loritos los adoctrinados fanáticos, e incluso la amenaza y la apelación al histérico “at hitlerum” en versión ibérica.
Pero lo cierto es que los datos, más allá de sesgos cognitivos, son inapelables y la realidad se impone sobre los mundos idealizados que se presentan para convencer a los incautos. Tras 15 años de ley de discriminación sexista, los crímenes de violencia de género no han disminuido, por la simple razón de que no es efectiva, ni mucho menos eficiente, dado que son justamente aquellos que no se ajustan a la ley los que cometen los crímenes y aquellos que si lo hacen, los que sufren sus nefastas consecuencia sociales.
Esto es lo que se obtiene sobre la base del tratamiento de los limitados datos evaluados. Pero hay mucho más allá de estos, que nuevamente la manipulación y la censura impiden tratar. Se supone que 10 hombres mueren a manos de mujeres, lo cual se considera razonable y se minimiza, e incluso desprecia. El eslogan “ni una más, ni una menos” no alcanza a los hombres, dado que son muchos menos que las mujeres muertas por ese mismo tipo de violencia. Sin embargo, no se investiga ni expresa en cifras cuantos hombres mueren a manos de otros hombres por instigación de su pareja o expareja. Ni, evidentemente, se puede conocer cuántos hombres son impulsados a la desesperación del suicidio. Mucho menos cuantos pueden morir silenciosamente asesinados mediante veneno, porque no conviene olvidar que la mujer en muchos casos ejerce la violencia de una forma distinta, pero igual o más contundente y eficaz que la mera agresión a la integridad física.
“Se puede llevar por el mal camino a toda una generación, volverla ciega, conducirla hacia una locura y dirigirla hacia un falso objetivo. Napoleón lo demostró”. La historia demuestra claramente que las ideologías totalitarias e intransigentes son capaces de manipular a las masas adoctrinándolas mediante el engaño y la manipulación para lograr sus fines aún a costa de las consecuencias económicas y sociales o el sufrimiento que ello pueda llevar acarreado.
El miedo a la fragilidad es tal que se genera un clima de miedo que es irreal, es una manipulación y, como tenemos miedo, tratamos de buscar un culpable a todo.
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