DEL DOGMA ECONÓMICO A LA ECONOMÍA REAL
Hay una regla para el empresario y es: hacer los productos con la mayor calidad posible al menor coste y pagando unos sueldos lo más altos posibles
Henry Ford
Tanto las posturas neokeynesianas que defienden la política fiscal, como las monetaristas, adolecen del mismo vicio. Ambas políticas fueron concebidas para su uso puntual en momentos de crisis; son políticas de corto plazo, que pretenden ser usadas como instrumentos de desarrollo económico a largo plazo.
Desgraciadamente, y desde hace ya décadas, son este tipo de economistas, dogmáticos, cuando no directamente ideologizados, los que medran a la sombra de políticos tan mediocres como ellos, y manejan los designios de las economías occidentales, creyendo que se puede manejar la economía de los países e incluso organizaciones supranacionales jugando tan solo con parámetros macroeconómicos.
Aún peor es el hecho de que habiendo en la Unión Europea diferentes niveles de decisión económica, se estén realizando en muchos casos políticas económicas contradictorias y contrapuestas, que frecuentemente anulan los posibles efectos beneficiosos cuando no crean sinergias claramente contraproducentes.
Así, teniendo el Banco Central Europeo el control de la política monetaria, la cual además sirve a los intereses puntuales de Alemania, los Gobiernos tan sólo tienen a su disposición la política fiscal, y prefieren usarla para sus intereses políticos populistas cortoplacistas en lugar de en beneficio de la economía comprando las voluntades de una parte de la población que les asegure su acomodo en el sillón.
Eso cuando no son directamente rehenes de minorías sectarias y abiertamente declaradas populistas y “anticapitalistas” que sólo buscan destruir el Estado desde dentro.
La muestra del fracaso de estas políticas macroeconómicas se hace más que evidente en la Unión Europea, tras más de una década regando con dinero barato el mercado, incluso a interés negativo y consintiendo y hasta facilitando el endeudamiento público y la expansión de unos sectores públicos ineficaces que en caso de España ya llega a representar el 50% del PIB.
Y a pesar de todo ello, apenas ha habido crecimiento. De esta forma la brecha entre el Producto Interior Bruto de EEUU y la UE no ha dejado de crecer durante 12 años, mientras el Euro no ha hecho más que depreciarse.
Al final las políticas macroeconómicas expansivas no dejan de ser como aplicar un electroshock a un paciente en paro cardiaco para reactivar el corazón. Pero no se puede pretender mantener a un moribundo vivo a base electroshock continuos sin otro tratamiento para devolverle la salud.
Es evidente que el modelo de la mal llamada socialdemocracia o el estado social de bienestar está clínicamente muerto y debe nacer otro modelo nuevo que lo sustituya.
Lo más triste de todo esto es que llevan décadas equivocándose y evidenciando el error de sus políticas, sin la más proposición de enmienda.
Es difícil entender cómo no se pudo prever la evidente crisis del 2008 y cómo posteriormente se tomaron medidas tan absurdas y contraproducentes. Pareciera que realmente se busca ahondar la crisis más que resolverla.
Y es que la combinación de burócratas autocomplacientes, dogmáticos e incompetentes, con políticos populistas, cortoplacistas, sectarios e ideologizados, asesorados por “cuñados” cuyo puesto y posición depende de saber regalar los oídos de su amo, pueden ser una combinación francamente explosiva para la economía, y lo que es peor para el bienestar de los ciudadanos.
Sin embargo, todos ellos nunca tienen en cuenta que el factor más importante para el desarrollo económico de un país es su capital humano. Tan solo de él depende el verdadero crecimiento económico a largo plazo. Son los emprendedores los que crean empresas, y con ello empleo, y bienes y servicios para la sociedad.
En realidad, lo más importante para asegurar el crecimiento de un país es crear las condiciones adecuadas para fomentar la creación y desarrollo de empresas, especialmente en los sectores productivos de mayor productividad y eficiencia, capaces por tanto de generar empleo de calidad y bien remunerado.
De nada sirve por ejemplo bajar los tipos de interés y hasta regalar dinero, si nadie está dispuesto o es capaz de usarlo para generar inversión productiva. Es inútil reducir impuestos para fomentar el consumo, si ese ahorro se prefiere usar para especular en Bolsa o criptomonedas, o se usa para comprar bienes más baratos, mejores o más innovadores importados de otros países, por ejemplo.
Hacen falta por tanto dos condiciones fundamentales para crear un desarrollo económico real:
1º Fomentar el desarrollo de sector privado.
2º Reducir o eliminar toda traba burocrática e ineficiencias que aumente, de forma innecesaria los costes o dificulte la actividad empresarial.
En lugar de fomentar el emprendimiento se está fomentando un sector público ineficiente e ineficaz que desplaza la iniciativa privada, y en muchos casos además entorpece su desarrollo e iniciativa con su burocracia y despotismo.
Es el sector privado el que tiene que crear los recursos que sostienen el sector público, y además generar los beneficios que sostengan la inversión productiva necesaria tanto para ir renovando y modernizando las instalaciones y equipos como creando nuevas que incremente la actividad económica y la productividad.
Si se retraen cantidades de dinero tan elevadas para sostener al sector público, se reducirá el nivel de ahorro de familias y empresas hasta un punto que no se pueda generar una corriente de dinero suficiente dedicado a la inversión privada.
Mientras, ese dinero necesario para la inversión y la generación de riqueza, mejora de la productividad, y empleo de calidad, en gran medida se dilapida y malgasta, o cuando menos se usa de forma menos eficiente por la falta de controles e incentivos para su buen uso.
Eso cuando directamente no se usa de forma irresponsable, negligente, o manifiestamente corrupta. Al final, “el dinero público no es de nadie”.
Cuando se crea empleo por ejemplo se produce un efecto beneficioso en dos sentidos. Por un lado, se reduce los gastos públicos dedicados a la protección social de los desfavorecidos y por otro se aumenta los ingresos públicos a través de los impuestos que ese nuevo activo productivo puede pagar.
Sin embargo, ¿Quién está más agradecido y siente más necesidad de “Papá Estado”. ¿Quien depende de su dadivosidad para sobrevivir, o quien vive dignamente de su trabajo? El asistencialismo no deja de ser una forma de compra de votos con el dinero de los demás.
Como dice el proverbio, les dan el pescado que les quitan a otros, en lugar de la caña para que puedan pescar. Así, cada día deberán acudir sumisos a pedir limosna para sobrevivir hasta que por el mero hábito se acomoden a ello.
Vivimos en una economía virtual de papelitos, un “Matrix” económico, una burbuja financiera autoalimentada que favorece a unas élites sociales que controlan los resortes económicos mientras la mayoría social recoge migajas, sin saber que cuando explote la burbuja serán ellos los que deban asumir las consecuencias.
Es muy sencillo de entender. Pensemos que a una personan afortunada obtiene 10 millones de euros netos en un sorteo. Tiene varias opciones de qué hacer con su dinero. Lo puede dilapidar, o invertir, o una combinación de ambas.
Supongamos que es una persona juiciosa y decide invertir. Tiene varias opciones, no necesariamente excluyentes. Puede por ejemplo invertir en “ladrillo”, tanto para su disfrute personal como para obtener rédito económico.
Puede invertir en valores tanto de renta fija como variable. O puede crear una o varias empresas que generen actividad económica y empleo.
¿Cuál creen que es la opción que elegiría nuestro afortunado ganador? ¿Cuál elegiría usted? ¿Asumiría los riesgos, y se sentiría capacitado y con fuerzas para crear una empresa, teniendo los recursos para ello?
Ser inversor hasta suena bien y tiene “cache social”.
– ¿A qué se dedica usted?
– Soy inversor. Vivo de rentas.
– Que suerte tiene usted. ¿Puedo ser su amigo y ayudarle a gastar el dinero que gana ociosamente?
El sueño de todo español, incluso antes que ser funcionario público.
Sin embargo, ser emprendedor es tan solo una fuente de problemas y quebraderos de cabeza. Trabas administrativas, conflictos laborales, inspecciones, todo tipo de impuestos y normativas multinivel, políticas ideológicas descabelladas de minorías, ecochorradas, inflación burocrática, plazos inagotables y papeles traspapelados, cambios arbitrarios de las normativas, peleas con los Bancos, que sumar a los propios desvelos problemas e incertidumbres de la gestión del día a día. Unas Administraciones (en plural) que parecen tan solo empeñadas en impedir el inicio de cualquier actividad y luego dispuestas a hacer todo lo posible para dificultar el normal desarrollo de las actividades.
Un emprendedor respirará si topa con un funcionario corrupto. Al menos con dinero podrá solventar el problema. Peor es topar con funcionarios sociópatas frustrados y envidiosos que desprecian a todo aquel que muestra la iniciativa y ambición que a ellos les faltan, y buscan sólo la forma de mostrar el “poder” que compensa y enmascara sus complejos.
Y aún quedan los peores y más abundantes, los perfectos imbéciles o tan solo incapaces. Porque nada más destructivo que la mano de un burócrata incompetente. Son armas de destrucción económica masiva.
Y si a pesar de todos los esfuerzos burocráticos en contra, el emprendedor logra sacar adelante su proyecto generando actividad económica y empleo, y no acaba arruinado de por vida, allí estarán como buitres repartiéndose los despojos. Pero si se arruina, que no espere la más mínima ayuda apoyo institucional. Y todo ello para, si triunfa, ser señalado y criminalizado por una parte de la sociedad como explotador.
¿Que prima de riesgo compensa todo este panorama desolador para la inversión productiva? Uno tan alto, que realmente hace poco atractiva cualquier proyecto que requiera una fuerte inversión de capital. Mejor invertir, o especular, en valores de renta fija o variable, y despreocuparse.
Eso hace que, como veremos más adelante, el dinero del ahorro en lugar de destinarse a la inversión productiva, se destine a esa renta fija y variable, incluida la deuda pública, haciendo más complicado el acceso del dinero a quienes deseen crear inversión productiva.
Además, las nuevas tecnologías, sobre todo las telecomunicaciones y la informática han facilitado este proceso de transformación de las economía occidentales de un modelo industrial a otro puramente especulativo, donde los millonarios, no lo son por el valor intrínseco de las infraestructuras y equipamiento de sus empresas, o del valor esperado de sus beneficios, e incluso su valor de marca, sino por la cotización de sus acciones, que las más de las veces no depende del dividendo esperado, sino de la expectativa que su valor siga subiendo alimentado la burbuja financiera.
Así, al efecto expulsión que tiene la inflación impositiva y la actividad pública, con la consiguiente reducción de capacidad de ahorro, se une el mayor atractivo de especular financieramente en lugar de invertir.
A estos obstáculos y desincentivos para la inversión productiva hay que añadir otros muchos que generan ineficiencias y sobrecostes, que reducen la competitividad y por tanto el beneficio y hasta viabilidad de los proyectos y empresas en funcionamiento, especialmente en un mundo globalizado donde se debe competir con empresas de todo el mundo.
Son esas famosas “reformas estructurales” necesarias para la transformación económica, de las que se lleva hablando desde el desplome de la economía del ladrillo en 2008, pero que nadie quiere afrontar desde el poder económico político o administrativo, porque en realidad este modelo económico les beneficia.
De hecho, una de las consecuencias de décadas de generar ineficiencias y sobrecostes a las empresas ha sido la depauperización progresiva de las remuneraciones de los trabajadores privados y autónomos al ajustar y reducir las empresas los costes laborales para compensar dichos costes y seguir siendo rentables, al punto de que sean incluso un 70% menores de las de los empleados públicos, a pesar de que estos sean menos productivos, cuando no incluso meros lastres.
Por tanto, al final el desarrollo económico, y social, sólo puede venir de la mano de un modelo económico que fomente la inversión productiva privada y la competitividad, al tiempo que desmonte el elefantiásico modelo estatista, y su red clientelar y de dependencia.
Por tanto es necesario crear las condiciones oportunas para que esta inversión productiva se produzca en las mejores condiciones posibles, reduciendo los obstáculos que reduzcan la eficacia, la eficiencia o generen sobrecostes que dificulten o impidan a la empresa competir con producto extranjeros tanto en el mercado interior o exterior, o que permitan reducir su coste para el cliente.
Para ello es necesario hacer reformas estructurales radicales para:
- Crear una cultura del emprendimiento desde la escuela. De nada sirve crear las condiciones adecuadas para el desarrollo empresarial si no hay luego personas capacitadas y dispuestas. Para ello hay que fomentar la meritocracia, el esfuerzo, la creatividad, la curiosidad y el conocimiento.
- Adecuar la Formación profesional y universitaria a las necesidades presentes y futuras de las empresas.
- Crear las condiciones adecuadas para que se invierta en investigación y desarrollo, y crear las condiciones para que luego esas innovaciones puedan ser llevadas a la práctica.
- Reducir la carga burocrática y las trabas administrativas que aumentan los costes y generan carga de trabajo innecesaria en las empresas y dificultan la correcta gestión de sus actividades o condicionan la toma de decisiones empresariales.
- Reestructurar las asociaciones sindicales y patronales, para que sirva a los fines que justifican su existencia.
- Reducción de gastos salariales que no reviertan directamente en beneficio del trabajador, es decir impuestos y cotizaciones, prebendas sindicales, y otros sobrecostes salariales no productivos, que ahora mismo drenan más de un tercio de la remuneración bruta del trabajo.
- Reforma del mercado financiero y bancario, para que sirva realmente al desarrollo económico, fomentado el desarrollo de grandes proyectos industriales intensivos en capital, el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas, así cómo facilitando la creación de sociedades de capital riesgo especializada en la financiación de start up y proyectos innovadores.
- Reforma del mercado laboral. Hay que flexibilizar el mercado de trabajo para facilitar que las empresas puedan responder rápidamente a cualquier oportunidad de negocio. Hoy en día muchas pymes prefieren dejar pasar oportunidades de negocio por miedo a aumentar plantilla, debido a los altos costes de despido. Ello no significa necesariamente que las condiciones de trabajo empeoren, ya que es el elevado desempleo el que genera las ineficiencias que se pretenden corregir con la regulación laboral, sin tener en cuenta que esta misma regulación es la que contribuye al elevado desempleo.
- Fomento de la exportación, especialmente de las pymes mediante el asesoramiento, financiación y apoyo en el exterior de la Administración. Es preciso además crear una potente imagen de marca que facilite la introducción y aceptación de los productos españoles en otros países.
- Reducción de los costes y dependencia energética. Es inconcebible que un país sin apenas recursos energéticos haya rechazado por décadas la energía nuclear y rechace la explotación de sus limitados recursos de gas y petróleo.
- Reforma y recorte de las administraciones públicas. Deben ser eficaces y eficientes tanto para ser útiles a empresas y ciudadanos, como para reducir el monstruoso gasto público que ahoga el crecimiento económico. Es absolutamente indispensable acabar con el totalmente ineficaz modelo autonómico que no solo genera gastos inasumibles, sino también complica y dificulta la actividad empresarial.
- Reducción de impuestos. Y para ello necesariamente la radical reducción de todo gasto público superfluo que no añada valor añadido y no sea estrictamente necesario.
- Aumentar el tamaño de las empresas. En España apenas quedan empresas de gran tamaño y menos en el sector industrial y manufacturero, apenas hay multinacionales españolas y la mayor parte del competitivo sector industrial de otras épocas ahora o está controlado por empresas extranjeras o casi ha desaparecido. La mayor parte de las empresas son pymes que bastante tienen con sobrevivir en el hostil entorno administrativo y legal, sin apenas apoyo ni institucional ni financiero. De esta forma se obtendrían economías de escala que las harían más competitivas a la vez que facilitaría su asentamiento en otros países, aumentando así la exportación.
- Aportar por el desarrollo de los sectores tecnológicos y más productivos. Nos dirigimos hacia la 4ª revolución industrial, y quien no esté preparado dejara de ser competitivo. Dicho entorno genera riesgo, pero también oportunidades que solo podrán aprovechar los mejor preparados.
Sólo acometiendo estas reformas estructurales, en algunos casos muy dolorosas a corto plazo, se crearán las condiciones necesarias para asentar un crecimiento económico sólido sostenido y que cumpla con los fines reales de la económica, y sobre todo sea capaz de garantizar el pleno empleo, y además que este sea de calidad, y por tanto bien remunerado, garantizando que los ciudadanos puedan acceder a un mayor bienestar y sustraerse de la dependencia del Estado.
De no cambiar el rumbo de la acción económica, España, como el resto de Europa se dirigirán a una decadencia económica de incalculables consecuencias sociales. Conviene recordar que hace 70 años países como Cuba, Argentina o Venezuela eran inmensamente ricos, con rentas per cápita de las más elevadas del mundo, y sin embargo decayeron en una profunda crisis económica social de la que no son ya capaces de salir.
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