sobrevivir al apocalipsis zombi. Cuando pensar se convierte en un peligro

El Odio es más fuerte que la Razón

La Razón es la facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. Opera, por tanto, en el neocórtex cerebral.

Por otro lado, el odio es una respuesta emocional negativa intensa hacia ciertas personas, cosas o ideas, generalmente relacionada con la oposición o repulsión hacia algo. A menudo se asocia con intensos sentimientos de ira, desprecio, rechazo y disgusto, que incluso llevan al deseo de causar daño. El odio anida y se alimenta del sistema límbico.

A diferencia de la agresividad o la ira, que son reacciones biológicas de defensa y supervivencia, el odio es una emoción construida culturalmente que sirve para atacar o evitar aquellas cosas que percibimos como una amenaza. Es, de hecho, una característica fundamentalmente humana que no se da en los animales, salvo excepciones.

Lo lógico sería que la razón dominara sobre los sentimientos, es decir, que fueran racionalizados para evitar que condicionen negativamente la toma de decisiones y nuestra forma de actuar y actitud. Para ello, es necesario desarrollar una habilidad cada vez menos frecuente, como es la inteligencia emocional.

Sin embargo, el odio es un sistema de protección y reacción diseñado especialmente para bloquear precisamente la respuesta lógica y permitir así evitar cualquier disonancia cognitiva que pueda afectar a nuestro esquema de creencias implantado.

De hecho, es precisamente por ello que la ideología o la religión fomentan el desarrollo de actitudes de odio hacia aquello que se contrapone o pone en peligro sus postulados.

El odio además interfiere con la empatía, llegando incluso a anularla. Esto sitúa a la persona en un nivel próximo, si no a la altura, del psicópata en ese aspecto, favoreciendo que pueda realizar conductas inmorales como causar dolor y actuar cruelmente, o consentirlo y justificarlo en determinadas circunstancias, a pesar de ir en contra de sus propias convicciones morales.

Ello permite no solo un mayor control mental de la persona y dificulta que el fanático cuestione los dogmas impuestos, sino incluso usarlo como «arma» contra aquellos que se considera enemigos, generalmente amenazas.

Esto explica la causa de muchos actos criminales de masas a lo largo de la Historia, que sería imposible justificar únicamente mediante la mera psicopatía o sociopatía.

El odio justifica el mal y genera maldad, siendo la gasolina perfecta que las élites necesitan para destruir a sus enemigos lanzando a las masas ideologizadas contra ellos.

Es curioso cómo aquellos que actualmente fomentan el odio desde los púlpitos mediáticos, luego hablan de criminalizar lo que llaman «delitos de odio» como un instrumento para censurar y silenciar cualquier disidencia.

Determinan con curiosa discrecionalidad qué conductas generan odio y cuáles no, según convenga a sus intereses, englobando como conductas de odio muchas que no lo son o, desde luego, no con la misma intensidad que ellos mismos fomentan en las masas ya alienadas y desposeídas de toda capacidad de razonamiento.

A veces se habla de odio irracional, dando a entender que existe algún tipo de odio racional. Falso.

El odio siempre es irracional. Se puede y se debe sentir rechazo por personas o cosas desde un punto de vista racional, pero con el control necesario para no caer en el odio como sentimiento destructor.

Te puede caer mal o detestar a una persona tras conocerla por su forma de ser, pero odiarla tan solo por pertenecer a un grupo determinado por su raza, sexo, religión o ideas, es algo muy distinto.

El odio impide mantener perspectiva y objetividad. Limita la capacidad para tener una mente abierta y establecer un pensamiento crítico correcto.

Por el contrario, favorece el sesgo de confirmación y la creación de guetos físicos e intelectuales que sólo refuerzan las creencias y facilitan el adoctrinamiento.

Todo lo dicho sobre la cultura del odio impuesta por el neomarxismo cultural en la Sociedad como parte de su estrategia de destrucción moral e intelectual también es válido para el odio doméstico más mundano y vulgar, que es igualmente limitante y consume a las personas desde dentro, impidiendo su crecimiento personal.

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Sobrevivir al apocalipsis zombi
Cuando pensar se convierte en un peligro

Quien no quiere pensar es un fanático
quien no puede pensar es un idiota
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