Hibristofilia y violencia “machista”
Decía mi muy apreciado Marx que, “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Groucho Marx acertaba de pleno, aunque su reflexión bien hubiera que extenderla al campo de las ideologías como terreno del juego político y sus despreciables dispensas, moral, intelectual y práctica que tan bien definió Jean Francois Revel hace décadas.
Y es que si no se acierta en el diagnóstico difícilmente se podrá poner remedio a un mal, y generalmente se acrecentará el daño en lugar de eliminarlo.
El Totalitarismo del Pensamiento Débil y sus despreciables mal llamadas políticas progres, son un ejemplo de dicho problema.
Y uno de sus máximos exponentes es el uso de la ideología de género y el aborrecible victimismo de la denominada violencia de género como instrumento para socavar los principios elementales del Estado de Derecho y las libertades fundamentales, como es la presunción de inocencia
Porque el uso del lenguaje por parte de los terroristas mediáticos no es casual ni inocente. La imposición por parte del Globalismo del término “violencia de género” o “violencia machista” pretende estigmatizar señalar y criminalizar al varón heterosexual como grupo social.
Todo ello con una diversidad de fines ya tratados en este blog y en mi último libro, y en los que ahora no me extenderé.
De esta forma se presenta al varón con carácter general como un ser violento y machista que busca someter a la mujer y disfruta ejerciendo la violencia física y psicológica.
En contraposición, como buena doctrina marxista, se presenta a la mujer por el mero hecho de serlo, como un ser de luz de bondad infinita, débil y por tanto victima de la opresión del varón y su heteropatriarcado, construido para su sometimiento. Oprimido y opresor.
Un delirio que gracias a la sugestión y manipulación cognitiva ha logrado calar en grandes masas de la Sociedad, debilitada tras décadas de Totalitarismo del Pensamiento Débil y posverdad.
Sobre esta base, se justifican toda una serie políticas de restricción de Derechos y Libertades, así como de privilegios y discriminaciones aceptadas o impuestas como “el mal menor”, aprovechando las estrategias de la manipulación mediática.
Pero como siempre, las simplificaciones de la realidad y la falta de entendimiento y correcto análisis de los hechos llevan a conclusiones erróneas y medidas equivocadas que tan sólo acrecientan los problemas, para gozo de los mismos que viven del problema y no quieren que jamás se acabe.
Y es que el problema de la violencia en el seno de la familia y en general de la violencia como concepto, es mucho más complejo, y enraiza con la complejidad de la psiquis humana y conceptos como la personalidad, el carácter e incluso aspectos socioculturales que se obvian deliberadamente.
A diferencia de niños y ancianos que sufren tasas de violencia muy superiores, las mujeres eligen las personas con las que se relacionan y en su caso deciden forjar una relación sentimental. Y es ahí donde está el problema que no se quiere ver y resolver, la Hibristofilia.
Con este término se describe la patología que define la predilección de determinadas personas, especialmente del género femenino, a sentirse atraídas por personas con tendencias violentas, inmorales e incluso criminales en diferentes grados. Lo que viene siendo el “malote” de toda la vida, también castizamente descrito como “chulo piscinas”.
Más allá de mundo de fantasía en el que vive buena parte de la Sociedad, la realidad es que vivimos entre monstruos. Hay un porcentaje significativo de la población, sin distinción de género, con rasgos psicopáticos o sociopáticos. Personas con baja tolerancia a la frustración y control de la ira, o manipuladoras, con una falta absoluta de empatía.
Además, el proceso de destrucción de valores y principios morales que se impone desde la misma escuela, y a través de los medios de comunicación o el sector de la cultura, no hace sino acrecentar este tipo de perfiles, potenciados por el atractivo que la cultura de la violencia exportada a través de la inmigración de países sudamericanos y del Magreb tiene entre la juventud española que no hace sino reproducir este tipo de conductas violentas, copiando su música, peinados, gestos, actitudes y vestimenta.
Y no es de extrañar. Sólo hay que ver el perfil, aspecto y actitudes del chico idealizado de la mayor parte de las adolescentes.
Este punto es potenciado por el rol que asignan las películas y series juveniles a los perfiles de macho exitoso, tanto socialmente como entre las mujeres. Frente al protagonista, “listo”, malote e irreverente, rebelde y líder, se contrapone el del “nerd”, por supuesto igual de desdibujado y poco atractivo socialmente.
Por supuesto, estos roles tienen también sus contrapartes femeninas.
Todo este “atractivo” por la cultura de la violencia de una parte de la Sociedad se acrecienta por el hecho de que el aumento de familias desestructuradas, donde a los niños se les priva en diferentes grados de la figura paterna, no hace sino acrecentar el problema, ya que estos niños tienen unas probabilidades muy superiores a la media de desarrollar conductas sociopáticas y criminales en su edad adulta.
Cualquiera que reflexione un poco, es consciente de que en su entorno social, familiar, laboral o residencial hay un buen número de personas, independientemente de su sexo, que encajan en este tipo de perfiles antisociales.
Los efectos de estas personas tóxicas y dañinas se dejan sentir a su alrededor en sus entornos de muy diversas formas. Y evidentemente se dejan sentir de forma especial en su entorno familiar más cercano, como resulta obvio.
Y quienes sufren especialmente este daño físico y psicológico son niños y ancianos, los cuales están especialmente indefensos ante el abuso. Proporcionalmente es más probable que un niño menor de 12 años muera a manos de su progenitora, o un anciano dependiente a manos de su cuidadora, que una mujer muera a manos de su pareja o expareja.
Sin embargo, estas víctimas, mucho más vulnerables y a las que no se presta atención, salvo si sirve a los intereses espurios del feminismo, no pueden elegir ni denunciar su situación, a diferencia de la mujeres, que si pueden elegir a quien forma parte de su vida, y en muchos casos elijen voluntariamente perfiles tóxicos y violentos hacia los que se sienten atraídas por su Hibristofilia.
Pretender que decenas de miles de tipejos sin control de su ira y sin escrúpulos, capaces en muchos casos de agredir y hasta matar a una persona desconocida por hechos como pueda ser celebrar en su presencia en un bar una victoria del equipo contrario, puedan ser disuadidos de ejercer violencia física en su entorno familiar es pueril, y demuestra el grado de disociación con la realidad que alcanza a buena parte de la Sociedad
Por supuesto ello no es exclusivo de las mujeres. También hay hombres que escogen convivir con mujeres violentas, toxicas y manipuladoras y sufren las consecuencias. Ellos y sus hijos llegado el caso.
En el caso de las mujeres toxicas y psicopáticas, generalmente la violencia se ejerce de una forma mucho más sibilina, centrándose en la violencia psicológica o induciendo a otros que otros ejerzan la violencia en su lugar, aunque también ejercen violencia física sobre aquellos que consideran indefensos.
De hecho más de 20 hombres mueren asesinados por sus parejas cada año, sin contar con los que mueren a manos de otros hombres por inducción y los asesinatos que puedan pasar desapercibidos, como es el caso de envenenamientos.
Si se usaran los mismos criterios para determinar la existencia de maltrato infantil que los que pretenden justificar la violencia de género, seguramente más de la mitad de los niños serian retirados a sus madres, y si se siguieran los criterios jurídicos para perseguir dichas conductas no habría cárceles suficientes.
Y sin embargo, los niños a diferencia de las madres no pueden elegir abandonar a su “maltratador”, incluso cuando exista realmente ese maltrato y no sea una sugestión propiciada por una hipersensibilización.
El modelo de victimización diseñado en base a un diagnostico deliberadamente errado del problema no hace sino propiciar y favorecer este tipo de violencia sobre el varón y los hijos.
No es casual que la tasa de suicidios entre varones sea 3 veces superior al de las mujeres, 3000 víctimas al año. Un 1,5% de las muertes anuales. Todo ello en el paraíso del heteropatriarcado opresor donde al parecer los hombres nadan en privilegios.
Sin embargo, existe un interés espurio en destacar tan sólo las algo más de 50 mujeres, el 0,02%, que mueren anualmente asesinadas por criminales que ellas mismas eligieron como parejas encandiladas de su carácter chulo, rudo y violento.
Incluso se elude considerar el factor “cultural” que subyace tras buena parte de dichos asesinatos realizados por personas migrantes provenientes de países donde la violencia, y el machismo, están enraizados en la sociedad.
Mientras, no se oye una palabra de las más de 40000 mujeres que han muerto de más desde junio de 2021 sin razón aparente, ni de los graves padecimientos que sufren cientos de miles de mujeres desde entonces. Siquiera son dignas de un estudio que explique la causa de esta “anomalía estadística”
Porque el objetivo no es reducir el problema, sino destacarlo, exagerarlo y crear una sugestión de violencia desmesurada y generalizada por parte de los varones contra las mujeres, que justifique todo el entramado de chiringuitos y asociaciones que maman del pesebre público, y la adopción de medidas extraordinarias y de carácter indiscriminado que tratan al varón de presunto culpable, destruyendo los principios elementales de la presunción de inocencia.
De esta forma y bajo el depreciable principio marxista tan bien explicado por ese reservorio de odio al que llamaban “la Pasionaria”, “es mejor que mueran 100 inocentes a que un fascista se salve”, cientos de miles de inocentes quedan señalados y castigados sin derecho a defensa, siendo privados de sus derechos elementales y hasta en muchos caso de la patria potestad de sus hijos.
Todo ello muy conveniente para los fines de las políticas progres y los objetivos del Globalismo, de destruir la familia y a la infancia.
Sin embargo, ninguna de estas medidas es realmente efectiva para el presunto fin de acabar con la violencia contra las mujeres, simplemente porque jamás fue esa su intención.
Porque el problema real es la Hibristofilia y la tendencia de una parte de las mujeres a hacer cola tras cualquier “chulopiscinas” que se cruce en su camino. Si las mujeres no eligieran vivir con este tipo de cretinos y criminales, no existiría el problema de la violencia de género. Y lo que es más importante tampoco del de cientos de miles de niños que deben vivir sin elegirlo dicho infierno.
Por tanto la solución al problema estaría en tratar esta parafilia tanto a nivel social como individual, y muy especialmente desde la escuela, aumentado el autoconocimiento y autoestima, y enseñando a diferenciar y distinguir entre la masculinidad, como atributo propio del varón, de la masculinidad toxica y mal entendida fundada tan sólo en la exacerbación de determinados atributos hasta hacerlos negativos.
Pero se hace justo lo contrario. Se señala toda conducta masculina como tóxica e indeseable desenfocando y destacando aquellos casos más extremos, y trasladando la sensación de que son la norma.
De esta forma se logra un rechazo hacia el varón por parte de un segmento de la población femenina más sugestionable, pero por otro lado se aumenta el riesgo de que el resto de mujeres atraídas, como es biológicamente natural, por esos rasgos masculinos, no sean capaces de distinguir adecuadamente cuáles de ellos son sanos y cuáles no.
De hecho, habida cuenta de las cientos de miles de personas, entre una población de 47 millones, que tienen una conducta marcadamente violenta, sorprende la baja tasa de asesinatos en general y de mujeres en particular. Máxime si pensamos que la mayoría de los varones que entran dentro de este perfil no tienen problema para encontrar mujeres atraídas por su masculinidad toxica.
En el camino se degrada a las mujeres tratándolas como si fueran todas perfectas imbéciles carentes de cualquier inteligencia emocional e incapaces de decidir por sí mismas el rumbo de sus vidas, debiendo ser tuteladas por el Estado como si fueran disminuidas mentales.
El sexo débil que debe ser sobreprotegido y amparado por el sistema, incluso por encima de niños y ancianos. Todo ello para justificar y articular un modelo de privilegios que vaya socavando los principios de igualdad y la seguridad jurídica.
Sin embargo, este es tan sólo parte del problema de las relaciones interpersonales, quizá la parte más evidente, visible, y fácilmente atribuible al varón.
Casi un millón de españoles y españolas, son psicópatas de pleno derecho y posiblemente otros 4 millones tiene rasgos psicopáticos. Este tipo de personas no dudan en recurrir a la violencia física si les conviene, pero generalmente ejercen una violencia psicológica de desvalorización y deshumanización de su entorno que a la postre es incluso peor.
Las heridas físicas se curan mucho más rápido que las psicológicas. Sería interesante saber qué porcentaje entre las más 4000 personas que se suicidan, 80 a la semana, 80000 desde el 2000, lo hacen directa o indirectamente como consecuencia de la interacción con este tipo de personas que las más de las veces pasan desapercibidas.
El problema de las relaciones intrapersonales es infinitamente más complicado que simplificarlo en una interesada lucha de sexos con el fin de destruir el modelo tradicional de familia y los valores y principios morales, con el objeto de lograr un mayor control de la Sociedad.
Desgraciadamente una parte de la población es “mala gente”, y ello influye en todos los aspectos de nuestras vidas de muy diversas formas y niveles. Y evidentemente cuanto más íntima sea la relación que podamos tener con alguna de estas personas toxicas, mayor será el daño que nos ocasionen.
Pero ello no es un problema de las mujeres. Es un problema de las personas con independencia de su sexo y condición, y si se quiere una mejor Sociedad y el bienestar de sus ciudadanos se debería trabajar en la mejora de su inteligencia emocional, el rechazo social de las conductas inmorales, y en el tratamiento o control de aquellas patologías que tengan corrección.
Si realmente preocupa la vida de las mujeres, debería afrontarse la causa de la muerte evitable de miles de mujeres cada año, por accidentes de tráfico, canceres precoces, ahogamientos, errores médicos, suicidios, y una larga lista de causas que se llevan la vida de más de 50 mujeres cada año en España.
También habría que preguntarse por qué la vida de esas mujeres vale más que las de los hombres, en la Sociedad de la igualdad. Nuevamente el argumento de la infantilización del “sexo débil”.
No existe la violencia de género, existen varones y mujeres indeseables capaces de crear un infierno a su alrededor. Destacar tan sólo una parte interesada de esa realidad en lugar de abordar el problema en su conjunto no contribuye al bienestar social, ni soluciona siquiera esa parte del problema, tan solo es un instrumento más en el objetivo de la degradación y disgregación de la Sociedad.
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